Alfonso Mata

Nunca habían estado en las últimas décadas tan asustadas las sociedades y las naciones, como en la actualidad. Las dudas para apreciar y entender el acontecer social, político, económico y financiero de los tiempos actuales y venideros, son extensas y diferentes entre países y personas y en ello influyen tanto positiva como negativamente, las ideas sobre lo que se desea y necesita.

Veamos tan solo lo que ha sucedido en nuestra nación y la del Norte. La elección que henos hecho tanto guatemaltecos como norteamericanos se basa en la idea de «queremos un cambio». No votamos necesariamente por una personalidad (aunque simbólicamente vimos en ella el motivo) sino por el cambio de política económica y financiera que se había anquilosado luego de décadas de concesiones y prerrogativas, dando siempre la misma vuelta alrededor de un punto de vista y en beneficio de algunos. Hoy ambos pueblos esperamos esperanzados, lograr una cultura necesitada de incursionar en un porvenir mejor para la mayoría.

En todo esto hay un aspecto importante, un futuro donde discrepan considerablemente las opiniones sobre lo venidero en lo social, ambiental, político y que formaliza opiniones que van desde entusiastas hasta pesimistas. Lo cierto es que en uno y otro bando, lo que está en juego es lo humano, su pervivencia y desarrollo.

Creo que gravitar la evolución humana de las naciones y las personas, centrándonos en lo político y en lo financiero, está tocando a su fin. Las transformaciones que estos entes son capaces de ofrecer son ya muy limitadas. Por consiguiente, solo atender el cambio en lo político y financiero es un error, a pesar de su papel importante en ese porvenir evolutivo. Es evidente que la evolución de ambas esferas, no son lo suficientemente claras para las necesidades tanto de la naturaleza como de las sociedades actuales y es eso lo que lleva a la incertidumbre ¿Qué debemos pensar respecto a eso? Más precisamente ¿Qué es lo aceptable? Y lo que nos estremece de esas preguntas, es la catástrofe que esos campos, pueden producir en el curso actual, sin ver que nuestra elección, ya generó una fase crítica de cambio que hay que atender para seguir adelante.

La vida constantemente nos presenta fases críticas: la concepción, el nacimiento, la adolescencia, la vejez y es la resolución que toman nuestros sistemas biológicos y conductas, lo que nos da soluciones de adaptación y desarrollo en esos momentos. La sociedad, sus estructuras, también funciona así. Pedimos el cambio de políticos y se dio. Viene la fase crítica, estamos en ella y eso genera la necesidad de nuevos criterios y lo que de ellos se derive, determinará la evolución social y política de nuestra nación. El hecho político ya se ha dado. Son los espacios que se tienen en ese actuar política-ciudadanía, lo que debe aprovecharse para innovaciones con nuevas experiencias, que puedan ir generando cambios favorables o desfavorables en lo social, ambiental, ecológico.

Lamentablemente en Guatemala ese cambio fue «llamarada de tusas» no hubo ni hay un punto de partida, la idea de una nueva evolución política-social ya existente en germen en el ciudadano no se interiorizó y volvió realidad con el nuevo Estado, por lo que hay que rempezar.

En el Caso de los Estados Unidos, la cosa inicia, la cuestión en torno a la transformación está por aclararse y en ambos casos, es importante, en vista del muy difundido pesimismo con respecto a lo que cabe esperar, ir pensando en el verdadero sentido que tiene un nuevo empoderamiento social de la política, el mercado las finanzas, la ciencia y la tecnología afin de no solo trabajar para transformar grandes grupos en seres que «existan» sino que «sobrevivan y supervivan».

La resignación que lleva a la rabia de no haber estudiado una determinada conducta para alcanzar el cambio, llena de pesar los corazones, pero no es solución. La resignación tampoco. Lo único que queda es participar, ensanchar nuestros intereses sin estampar desprecio a lo existente y no dejarnos cohibir en nuestra actuación hacia la marcha de una sociedad próspera. Todo eso significa que la política actual, debe tener una contraparte y afrontar una competencia cada vez más grande de demandas y finalidades, que proporcionen al pueblo mayores medios para cubrir necesidades humanas.

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