Juan José Narciso Chúa
Todo empezó hace varios años, cuando todavía todo parecía claro o bien uno se imaginaba que eran situaciones propias de la cotidianidad, cuando uno olvida sin querer a qué iba a determinado lugar; o por qué regresó uno; o bien, por qué puse una cosa en un lugar en donde no tenía sentido. Los expertos aseguran que ello pasa en la vida de todas las personas, por ello no se estimaban como producto de una enfermedad o como síntoma de un mal mayor. Sin embargo, las situaciones se hicieron reiterativas, pero aun así, no parecía nada grave, sino al contrario, a veces se tomaba por el lado jocoso, un detalle que se tomaba en broma, una situación que parecía anecdótica, pero no parecía completamente anormal.
Así la vida fue discurriendo poco a poco, con las consiguientes reuniones familiares, que siempre representaron agradables momentos de convivencia. El Abuelo o Papa Chente, como llamaban los nietos a mi padre, se lucía con sus piezas de marimba, las cuales ponía una tras otra, a la vez, que yo le preguntaba en algún momento, cuál era la composición y quién era el autor y él respondía con precisión, esa es tal y tal y la compuso tal persona. Por cierto, este es uno de los momentos en los cuales extraño la presencia de mi papá, pues me hacía referencia a las piezas y autores, con extremado conocimiento al respecto. Igual, me quedo con la duda ahora, cuando quiero saber acerca de determinada persona que es de apellido Narciso y él me empezaba a hacer el árbol genealógico de la familia, hasta llevarme a la mayor aproximación de nuestra familiaridad.
Así pasaban esas convergencias familiares en términos de música, pero mi mamá, la Abuela o Mama Carmen, como la llaman todavía los nietos, buscaba lucirse con la comida del día, se preparaba con anticipación comprando todos los ingredientes, así como buscaba recrear su mejor sazón, para que el plato a servirse fuera no solo degustado, sino además bien calificado por la concurrencia. No olvido los famosos recados –pepián, carne guisada, por ejemplo–, o bien los caldos riquísimos llenos de arroz, aguacate, chile y tortilla, gloriosos o bien la alegría del churrasco, que se convertía en el centro de unión, participando todos de encender el fuego, ayudar a que creciera y el posterior colocado de la carne, las longanizas o chorizos y las infaltables tortillas tostadas.
Los recuerdos alrededor de estos pasajes, son no solo nostálgicos, sino inolvidables, pero además irrepetibles, pues mi padre falleció hace ya varios años y mi madre mantiene una lucha permanente contra el silencio, pues su condición la hace estar en una nube de sombras, en un espacio de silencio y en un manto de olvido. El proceso tomó mucho tiempo. Los primeros síntomas ya graves mostraban que la demencia senil era inevitable. Aun así, su memoria de largo plazo era precisa, infalible. Su característico buen humor, aunque irregular, ahí estaba, nítido, no perdía oportunidad para hacer una broma o decir algo chistoso.
La coherencia para hablar, sí era notoria. Se le notaba su molestia de no poder concluir oraciones o cuentos o anécdotas, pues la continuidad se quebraba y buscaba afanosamente palabras o conectivos o señales que pudieran concluir su plática, se molestaba, se frustraba.
Las visitas al centro de atención mostraban los cambios en su físico, combinado con las dificultades para comunicarse o bien para reconocer. Igualmente, era notable su retorno permanente a su infancia, a sus padres, a sus hermanas y hermanas. Relataba, como podía, pasajes allá en Llano Largo, hablaba con gran amor de su papá y su mamá. Contaba sobre sus hermanas. Hablaba sobre Salomón, su hermano mayor que falleció tempranamente.
Hoy su lucha contra el silencio es aún mayor. Sus dificultades de movilización son aún más dolorosas para nosotros. Esa lucha permanente contra las sombras, esa dificultad constante contra el olvido, ese luchar continuo contra la adversidad, resulta difícil de enfrentar. Mi hermano Luis ha hecho un esfuerzo descomunal, sin duda, por mi mamá y mi hermana Silvia también ha aportado su mejor esfuerzo.
Ahí está con nosotros, pero ya no está; ahí permanece, pero sin estar; ahí la vemos pero ella no ve más que seguramente su vida discurrirse lenta y dolorosamente. Ahí está mi mamá en su lucha férrea contra el silencio.