Eduardo Blandón

Uno de los grandes temas pendientes de la humanidad quizá tenga que ver con el tema de la violencia.  Si nos atenemos a las noticias, cada día ocurren actos de muerte cometidos por personas que se hacen explotar en un centro comercial, asesinan a mansalva a inocentes o simplemente matan con bomba o metralla en algún conflicto armado (guerra civil o guerra).

Mucho de lo que sucede, según el diagnóstico reciente del Papa, tiene que ver tanto con la miseria espiritual de quienes matan en nombre de Dios, como por circunstancias que atañen a la pobreza y falta de oportunidades de los protagonistas de los actos.  Todo un cóctel perfecto para provocar matanzas.

Y aunque a mí me parece evidente que sufrimos un retraso en materia de progreso humano, hay quienes escriben que las noticias sobredimensionan las muertes y que nunca ha habido tanta paz en el mundo como en nuestros tiempos.   Para ello, se alaba la larga paz después de las dos guerras mundiales y las cifras que evidencian más muertes por accidentes de tránsito, cáncer, sida, infartos o diabetes, que a causa de guerras.

Un monumento al optimismo que algunos erigen para soslayar nuestra cultura de muerte.  Porque, aun cuando es notorio que hemos avanzado en cuanto a la comprensión del significado de los  derechos humanos, dignidad y amor al prójimo, no podemos ocultar que el thánatos, ese instinto de muerte que parece inscrito en nuestro código genético, nos juega la vuelta.

Una explicación que no comparten algunos, el Dalai Lama entre tantos, al afirmar que no estamos necesariamente abocados a la violencia.  Según el monje, cada uno puede responder a las circunstancias de la vida eligiendo la bondad y el perdón para romper con el círculo de la violencia y buscar la felicidad.  Este es el camino a transitar aunque algunos prefieran lo contrario, indica.

Desafortunadamente, son muchos los que eligen ese camino doloroso que convierte a la humanidad en un campo de guerra.  Ese ánimo destructivo es el que no hemos podido extirpar de nuestras células y lo que nos hace aparecer bestias, malvados y perversos. Peor que animales, monstruos.  Es aún largo el camino que nos toca recorrer para la paz.

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