Sandra Xinico Batz

Conocer y seguir conociendo la historia ha sido fundamental para reconocer/identificar las imposiciones y las deformaciones que nos ha hecho pensar (asimilar) como verdades (casi absolutas). Nos han formado para no cuestionar, para no preguntarnos, para no indagar. Hay una sola versión de las cosas y así es lo correcto. En contextos de colonización esto es devastador porque mientras los pueblos indígenas no reconstruyamos nuestras propias historias podemos caer en lo mismo (una y otra vez): heredar la mentira o deformar la realidad. La historia más que leerla en libros, se hace, porque el futuro es hoy.

Sumarse a la corriente es más sencillo que nadar contra ella. La historia no se trata de positiva o negativa, buena o mala, porque trata de responsabilidades, contextos, procesos, decisiones. Puede empoderarnos o encadenarnos (más). Documentar la historia es una forma de legar ideologías y hacer que permanezcan. Cambian las formas pero no el fondo o la intención. Las palabras tienen poder. Si la historia no fuese poderosa ¿por qué la necesidad de manipularla o transformarla?

El conocimiento al ser una construcción colectiva nos permite revisarnos, cambiar, crear. Es un reto porque en contextos como los de ahora, implica moverse entre mundos, sin excluir o sobreponerse unos sobre otros. Hacer las cosas diferentes para obtener resultados diferentes. En el caso de los pueblos indígenas, no podemos pensar un presente distinto reproduciendo la historia del invasor (del dominador), así como tampoco podemos definir nuestros saberes a partir únicamente de la epistemología y conceptualización extranjera, quienes (los extranjeros) han sido principalmente los que han teorizado sobre el pasado de nuestras culturas, muchos incluso sin pisar alguna vez este territorio. El conocimiento también es poder.

Tener criterio para discernir entre una cosa y la otra es una capacidad que se cultiva. El sistema educativo de este país atrofia desde el primer contacto esta capacidad. Para poder formarnos una impresión, tomar una postura frente a la realidad, necesitamos herramientas y los pueblos deberíamos ya de estar preparando esta herencia para las y los de mañana. No tener medio a desmenuzar las ideas y descomponernos a nosotros mismos como pueblos, de lo individual a lo colectivo y viceversa. A revisar el impacto de la historia en nuestras vidas como culturas, a buscar y construir nuestras propias formas para definirnos o expresarnos.

Cada pueblo, cada cultura debería encontrar consensuadamente la mejor manera de proyectarse hacia los otros. Resolver sus contradicciones, asumir su pasado y decidir su presente. Esto tendría que ir más allá de los protocolos onegeros o internacionales, de forma que no se sujete (o se ajuste la realidad) a un interés puramente económico, diplomático o esotérico.

Repensar y dialogar: ¿Qué es lo maya y de dónde proviene el término? ¿Cómo es y cómo se compone nuestra cosmovisión? ¿Quiénes definen lo indígena y cómo lo hacen? ¿Cómo estamos avanzando contra la colonización y la colonialidad? ¿Cómo construir puentes entre nuestra misma diferencia cultural (indígena)? ¿Son nuestras o decidimos como tal los conceptos que nos definen?

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