Jesús Abalcázar López  
jesus.abalcazar@gmail.com

La época navideña y de Año Nuevo tiene una magia de tanta sensibilidad humana, que se apodera de la mente de todos, y palpita dentro de sus corazones. ¡Feliz Navidad y Año Nuevo!

Caminando por las calles, comprando en las tiendas o visitando los centros comerciales, uno se encuentra con cientos de personas, pero todas van conversando presurosas, pero eso sí, no les falta una franca sonrisa que ilumine sus rostros, mientras buscan los regalos o se comen un helado o se sientan a comer. Por todos lados hay movimiento, hay ilusiones, hay pensamientos, hay buenos propósitos, hay nobles sentimientos, hay vibraciones de armonía, de paz y de amistad. Es increíble cómo cambian las actitudes de las personas, resaltando las de aquellos que profesan alguna religión, especialmente de los católicos y de los conocidos como evangélicos.

Demos gracias a Dios por nuestras vidas, por la salud, por nuestra familia, por nuestros amigos y por nuestros compañeros de trabajo, compañeros de los grupos de estudio y oración a los que pertenecemos, y por los proyectos que debemos realizar. Tenemos que recordar a aquellos que ya partieron a la Casa del Padre y que en la actualidad estarán ausentes de nuestra reunión familiar o de amistad en esta Navidad y en el Año Nuevo. Tengamos los más vivos y tiernos recuerdos de ellos, recordémoslos con todas sus virtudes, talentos y hermosas realizaciones. Recordémoslos en los momentos felices y en los momentos de preocupación y tristeza, pero recordémoslos, digamos sus nombres y hagámoslos presentes. Como todos los años la Navidad se prolonga hasta el día de los Reyes Magos, pasando por el Día de los Santos Inocentes y para algunos, aún hasta Candelaria, así es que sigamos viviendo y compartiendo esta época maravillosa. Los Reyes Magos fueron los embajadores de todo el mundo para rendir honores y adorar al Hijo de Dios que nació en un humilde pesebre de un mesón de Belén.

Hagamos ahora, nuestra “Oración por la vida espiritual”: “Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, sabemos que tú eres el Todopoderoso que rige nuestras vidas y que solo Tú, decides: Cuando debemos acudir a tu llamado. La partida física de nuestros seres queridos la aceptamos porque cumplimos tu voluntad, para que llegara ese llamado hacia la Casa del Padre; y creemos, fervientemente, en la promesa de salvación al lado de la Santísima Trinidad, en el Reino Celestial”.

¡Qué grande es tu misericordia Señor, porque nos das a beber el agua fresca del consuelo, esa que calma el sufrimiento humano. Tu nos revelas, que aquel o aquella a quienes Tú llamaste y que eran muy buenas personas, partieron a prepararnos lugar para cuando nosotros también seamos llamados, y así podernos reunir todos, en Tu Reino, por la Resurrección que prometiste a quienes hayan creído en ti y que hayan conocido y cumplido tu Palabra y los evangelios!

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