Francisco Cáceres Barrios
fracaceres@lahora.com.gt

El Congreso de la República dejó de ser hace ya bastante tiempo el sitio en donde periódicamente los representantes del pueblo guatemalteco debieran haber analizado, discutido, aprobado y velado por sus intereses y en su calidad de Organismo Legislativo promulgado aquellas disposiciones legales que buscaran el mejor funcionamiento del Estado. Todo ello pasó a la historia. Recuerdo cuando de estudiante de Derecho íbamos a escuchar las sesudas intervenciones de representantes de la talla de apellidos ilustres como García Bauer, Cáceres Lehnhoff, Marroquín Rojas, Valladares Castillo y tantos más que se escapan de mi memoria, quienes con dignidad, capacidad, idoneidad y sobre todo con honestidad a toda prueba, defendían los intereses de la patria y por ende de los guatemaltecos.

De un tiempo a esta parte todo aquello se perdió por la desidia, indiferencia o falta de interés del pueblo mismo que no tuvimos el arrojo o la valentía de llegar a sacar del pelo o a sombrerazos a tantos especímenes de politiqueros que solo han llegado para velar por sus intereses y de nadie más. Ahora, con toda tranquilidad y desparpajo se reconoce que “corrieron” muchos intereses y dinero para lograr la aprobación o para hacerse los papos, lo que al fin y al cabo es la misma cosa, para otorgar la concesión de una terminal portuaria, para no menear las aguas sobre la contratación de una o más empresas brasileñas y no digamos para elegir las directivas del Congreso de la República.

Aunque claro está que ahora vistiéndose con el blanco vestido de Primera Comunión, aparezcan los “dignos” representantes en los medios de comunicación afirmando que sí hubo injerencia del presidente Morales en la elección de la directiva del Congreso para el año 2017, que también corrió mucho pisto por la llegada de una compañía brasileña para construir carreteras e igual cosa para que los intereses de países extranjeros tuvieran las puertas abiertas de par en par para montar empresas ya sean de teléfonos, complejos arquitectónicos, vías de comunicación o cuanta cosa más se le pueda ocurrir.

Por ello es que digo en el titular del último comentario del año 2016 que al pueblo de Guatemala le deseo un Feliz Año 2017, pero sin diputados, porque no se puede lograr felicidad en un año con tantas curules llenas de gente que lo que menos ha sido y es imposible que lo sean, honorables representantes de la voluntad popular. Aunque me tilden de anarquista o de cualquier otro calificativo similar, esas curules debieran permanecer vacías hasta que empujados con un aire y ventarrón los guatemaltecos no decidamos elegir democráticamente a la gente que pueda merecer el calificativo de dignatario.

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