En Guatemala hemos discutido permanentemente el rol de los sectores que por medio de sus prácticas y puestos de poder han sido capaces de controlar el sistema y, en el fondo, hemos pedido que se hagan depuraciones y transformaciones profundas que vengan a generar la oportunidad de cambiar el resultado de aprovechamiento y acaparamiento de los recursos en muy pocas manos con el terrible saldo de pobreza, racismo, desigualdad y abandono para la mayoría de los ciudadanos.
Bajo esa premisa hemos pedido depuración de los partidos políticos porque resulta que siempre terminan colocando a personajes cuestionados, con métodos turbios y con fondos oscuros. Y este es un ejemplo de que la depuración se queda corta, porque lo que hace falta es la transformación y es lo que se perdió con la Reforma a la Ley Electoral y de Partidos Políticos porque los peores males de dicha ley, como el acceso a los puestos de elección y el financiamiento de las campañas, no sufrió un cambio profundo con el que se evite que los mismos sean electos de la misma manera.
Pero hay otros sectores, como el sindical, que debe cambiar su sistema del chantaje como lo han hecho en Salud y en Educación. ¿Quién con su sano juicio puede ceder ante un Joviel Acevedo como líder natural? Evidentemente, la herramienta de la plata a favor de la masa de maestros y el chantaje político en contra de los funcionarios de turno es lo que le permite ese chantaje casi perfecto que pone de rodillas la institucionalidad.
La prensa es otro de los sectores porque resulta que estamos ante algunos medios que han aprendido a rendirse a la plata sobre cualquier otro objetivo. Dentro de los casos “de alto impacto” de la CICIG y MP hay propietarios de cadenas de medios que en la mayoría del tiempo siguen jugando un papel tuerto porque solo tienen un ojo para la lucha contra la corrupción que no les involucra a ellos. Se habla de extinción de dominio en todos los campos, menos en esos medios fundados y financiados por dinero robado. Hay casos en que se relaciona la pauta de algunas empresas privadas como el pago de licencias y autorizaciones.
Y finalmente tenemos un sector privado que necesita transformarse para dejar de verse como los dueños de la finca que a toda costa quieren detener la transformación del sistema. Un sector privado que posiblemente no querrá financiar otras campañas electorales tras ver a algunos de sus miembros en prisión, pero que sabrá cómo seguir mandando. En fin, por depuración y transformación, muchas cosas deben cambiar en Guatemala.