Raúl Molina

Por todo el mundo se producen, actualmente, intensos fenómenos migratorios. Cada cierto tiempo, por diversas causas, la migración se hace apremiante necesidad. Hambrunas en Europa en el siglo XIX hicieron llegar a América del Sur a millones de italianos, al igual que a Estados Unidos, a donde llegaron también irlandeses. Las guerras han sido siempre causa de grandes movimientos de población, como la que ocurre hoy hacia Europa desde los países árabes, como resultado de las intervenciones de las potencias en sus territorios. En el caso centroamericano, también fueron los conflictos armados internos los productores iniciales de migrantes; pero la causa principal es ahora el subdesarrollo. El enorme desequilibrio entre la economía estadounidense, que requiere mano de obra barata para realizar los trabajos que la población de ese país no quiere hacer, y las condiciones de miseria que las clases dominantes de Centroamérica han generado, atrapando a la juventud entre la migración y la delincuencia, hacen que no exista muro, ni físico, ni electrónico ni humano que detenga la migración. La única posibilidad de desacelerarla, no impedirla, es con el muro del desarrollo social y económico. Guatemala, después de ser exprimida, explotada, oprimida y reprimida, es ya un “Estado fallido”, de acuerdo a los estándares de buen desempeño de país. En un documento de ASIES, comentado ayer en elPeriódico, se dice: “En tres años 609 mil 809 personas se sumaron a vivir en condiciones de mayor pobreza en el país”. Se explica que el 82% de la población ocupada se mantiene en la informalidad, es decir, que las empresas y el Estado dan trabajo solo al 18% de quienes necesitan ingresos, lo que llevó a un representante de la Unión Europea a mostrar preocupación por el gran número de personas que están “casi en situación de esclavitud”.

También muchos migrantes sufren esas mismas condiciones en Estados Unidos; pero, al menos, logran enviar sus remesas para apoyar a sus familias. Según el Banco de Guatemala, las remesas hasta el mes de noviembre de 2016 han crecido en un 14% con relación al año anterior, a pesar de la persecución a nuestros connacionales por la administración de Obama y las barreras en el camino que se han establecido con el Plan Mérida y la llamada “Alianza para la Prosperidad”. En 2016, según proyecciones del Banco, las remesas llegarán a 7 mil 030 millones de dólares y para 2017, de no sufrirse políticas más represivas con el gobierno de Trump, se llegará a los 7 mil 600. Resulta claro que el aumento de las deportaciones y la disminución de las remesas producirían una crisis nacional de impredecibles consecuencias. La Red por la Paz y el Desarrollo de Guatemala (RPDG) ha venido planteando desde su formación en 2001 que urge establecer proyectos de desarrollo, intensivos en mano de obra, en los cuales se puedan invertir recursos que envíen las y los migrantes. México maneja el 3X1, es decir, por cada dólar enviado, el Estado aporta tres. En el caso nacional se puede acudir a la comunidad internacional y las Naciones Unidas para que por cada dólar de las y los migrantes, el Estado aporte dos y la ayuda exterior tres (3X2X1). Aún es tiempo.

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