Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt

Poco después de las seis de la mañana empezaron a entrar mensajes en la red de nuestros periodistas sobre el accidente de un bus en la aldea El Tablón, de Villa Canales, reportando elevado número de heridos; pocos minutos después se supo que eran alrededor de 30 personas las que fueron trasladadas al Hospital Roosevelt y que una de ellas, doña Vilma Suárez, había muerto a su ingreso al centro asistencial. Cuando salí de mi casa me topé con Julio, amigo que se encarga de tareas de mantenimiento en el edificio, quien con el rostro compungido me comentó que la víctima era vecina suya y que ese transporte lo usaba él y toda su familia de manera cotidiana.

Es una verdadera pena que quienes toman decisiones de impacto en la vida de los ciudadanos no tengan ni la menor idea de lo que significa esa situación tan real y concreta para los usuarios de cualquiera de los métodos de transporte público, en el sentido de que no pueden estar seguros de que si volverán a sus casas por la tremenda inseguridad que prevalece. Cuando no son asaltos con resultado fatal, son accidentes causados por el mal estado de las unidades o la impericia e irresponsabilidad de los pilotos. Quien transite por la Avenida Hincapié podrá dar testimonio de la imprudente forma de conducir de casi todos los pilotos de los buses que entran a la ciudad de Villa Canales o Boca del Monte, sin que ninguna autoridad mueva un dedo para ponerlos en cintura para que dejen de arriesgar estúpidamente la vida de tanta gente.

El usuario de transporte literalmente se tiene que jugar la vida casi a diario porque subirse a un bus es casi como jugar a la ruleta rusa, es decir, teniendo la certeza de que ahí está, latente, el suceso que le puede causar la muerte o provocar heridas que le afecten seriamente su capacidad para vivir.

Miles de palabras se han escrito no solo en comentarios respecto a la inseguridad vial sino también en proyectos de legislación para establecer mecanismos de control que reduzcan, al menos, los riesgos. En los últimos años hemos visto el notable incremento de policías municipales que se dedican a controlar el tránsito, pero surge la duda sobre si esos agentes están más para generar ingresos a los municipios mediante la selectiva aplicación de multas, o verdaderamente son autoridades comprometidas con el control de la vialidad en sus jurisdicciones. A juzgar por lo que uno puede ver en determinados sitios por donde los autobuseros circulan a velocidades endiabladas todos los días y sin ningún control, es justificado pensar en lo primero.

No existe un sistema de transporte confiable que sirva a los habitantes del área metropolitana y la anarquía es notoria porque hay absoluta ausencia de controles. El accidente de hoy parece haber sido causado por fallas mecánicas, como tantos otros, pues el piloto conducía con normalidad y de pronto advirtió a los pasajeros que el bus no respondía, tras lo cual cayó al barranco.

No hay supervisión y menos controles, por lo que el usuario queda a la mano de Dios arriesgándose todos los días de su vida.

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