Jorge Santos

Michel Wieviorka en su libro El Espacio del Racismo refiere que la ideología es “un sistema basado en una opinión particular que se revela lo suficientemente fuerte como para atraer a una mayoría de personas, y lo suficientemente amplia como para guiarlas a través de las diversas experiencias y situaciones de la vida cotidiana moderna”. Esta afirmación está claramente reflejada en la realidad guatemalteca, a través del histórico racismo expresado en nuestra sociedad y más aún en sus élites.

Pero tal y como Wieviorka afirma, Hanna Arendt refiere sobre este tema que “todas las ideologías en sentido pleno han sido creadas, perpetuadas y perfeccionadas como armas políticas, más que como doctrina teórica… Sin contacto inmediato con la vida política, ninguna de ellas ni siquiera imaginable”. Y es que acaso Guatemala no conoce bien sobre esta realidad impuesta, que a través de la ideología racista se legitima el autoritarismo político y el saqueo, la expoliación y el Genocidio de los Pueblos Indígenas.

Por lo tanto, el racismo pone el acento en el sentido del acto y del discurso, en la función de justificación y racionalización del asesinato, de la explotación o de la simple negación del otro que ofrece el racismo. Por lo tanto y bajo las anteriores premisas la ideología racista interpreta todo dentro de sus propias categorías, independientemente de la realidad de los hechos o del rigor de la demostración que se le oponga y es en este sentido estricto el atraso histórico que la sociedad guatemalteca ha sido víctima de las elites económica, política y militar.

Y es que lo anteriormente expresado, se ha evidenciado a lo largo de la discusión de las reformas constitucionales, tal y como lo han hecho durante siglos contra todo aquello que representa oposición al discurso y accionar hegemónico, que domina y oprime a la sociedad guatemalteca en su conjunto. Este discurso y accionar expresa ignorancia, pero lamentablemente es entendido como verdad absoluta por quienes desde su curul se opusieron, ya sea con su discurso o con su voto al planteamiento de la jurisdicción indígena en asuntos del Sistema de Justicia.

La ideología racista fue expuesta de manera contundente por el hermano del propio Presidente de la República, al equiparar a las autoridades indígenas con turbas que reclamaban la aprobación de las reformas constitucionales o aquellos que se refirieron a que con las mismas, se iba a dar paso a lo que de manera perversa la élite ha hecho creer sobre la “justicia maya”. Y es que su supina ignorancia es tal, que consideran que todo aquello que no responde a los esquemas del statu quo, representa en sí mismo un mal. Lo peor de todo es que no son más que peones de una élite que tiene claro que en el racismo se centra su capacidad de sostener sus privilegios y obscenas ganancias. El grave problema de todo esto, es que estas élites, aún y con su menguada legitimidad, vuelven a destruir y secuestrar las posibilidades democráticas de las aspiraciones populares.

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