Edgar Villanueva
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Fueron nueve años lejos de Guatemala los que me enseñaron a valorar las grandezas de esta tierra y a no extrañar sus cosas malas. Sin embargo, el regreso al País de la Eterna Primavera no ha sido fácil. Veo que seguimos sumidos en una polarización temática (porque ya ni siquiera se puede considerar ideológica) que no nos permite ver más allá de nuestro propio interés y que no genera avenidas de diálogo y de compromiso.
Hablamos como si tuviéramos la razón y como si todos los demás estuvieran totalmente equivocados. Si alguien está a favor de incrementar el apoyo para el desarrollo de comunidades indígenas es izquierdista comunista. Y si el otro promueve la inversión en ciudades intermedias es capitalista y oligarca. Los movimientos que promueven la salud sexual son tildados de abortistas y los que promueven valores religiosos de retrógrados. Nos hemos convertido en un Big Brother multitemático y sobran los todólogos y hacen falta los “solucionólogos”.
Y mientras nos batimos en batallas campales en Twitter, Facebook y cualquier otro medio que nos permita desbordar nuestros vastos conocimientos y nuestra pulcra y acertada ideología o postura, los mismos de siempre se reorganizan para seguir dirigiendo el destino de una nación que pareciera estar a la deriva. Ante la pasividad ciudadana, se vuelven a sellar las viejas alianzas para mantener arrodillado a un país en la cual estoy seguro, los buenos somos más.
Esto no debemos permitirlo. No seamos, como dirían las abuelitas, “llamarada de tusa”. No dejemos pasar la oportunidad que nos dio el 2015 para reorientar el destino de nuestro país. No seamos otra generación perdida en las excusas del posconflicto armado. Utilicemos todos los medios posibles para involucrarnos en los cambios que queremos ver. Integrémonos a los movimientos cívicos, partidos políticos y organizaciones donde sintamos que están reflejados nuestros valores y donde podamos generar algún aporte. Por mínimo que sea, el país lo necesita.
Y una vez encontremos donde está nuestro llamado de servicio a la patria (puede estar en el Congreso, en grupos de derechos humanos, en organizaciones empresariales, etc.) busquemos siempre el diálogo. Encontremos formas creativas de sumar nuestros conocimientos y energía para producir soluciones nuevas y explorar opciones diferentes. Y sobre todo, sumemos de manera que nuestro aporte sirva en la mayor medida posible al bien común.
No existe una verdad absoluta para solucionar los problemas de nuestro país. Si hubiera, ya la hubieran encontrado. Trabajemos juntos con la seguridad que no siempre vamos a tener razón y no siempre las decisiones que se tomen reflejarán nuestros sentimientos por completo. Pero sobre todo, trabajemos con la seguridad que estamos haciendo lo correcto al involucrarnos, siempre y cuando nuestro objetivo sea generar oportunidades para la mayoría en un marco de estricto apego a la ley.