Marco Tulio Trejo Paiz

En lejanos días hubo gobiernos que concedieron amnistía a reos que, en razón de su buen comportamiento y declarar bajo solemne juramento estar arrepentidos de haber cometido actos delictivos violatorios de la ley en momentos de violencia y con independencia de su voluntad.

Las abandonadas y empobrecidas familias de los prisioneros y al menos gran parte de la sociedad, verían con beneplácito un acto que concediera la libertad a determinados hombres y mujeres que se encuentran como vegetando a lo largo de muchos años de estar viviendo tras las rejas casi de por vida.

Merecen ser amnistiados los reos que, como se dice en corrillos callejeros, en oficinas, en los mercados y en muchas otras partes, han cambiado su conducta y han prometido formalmente no volver a delinquir, sino, antes bien, dedicarse a ganar el sustento diario honradamente para vivir sin los serios problemas de su obligada ausencia de los hogares.

Hay muchos reos que sufren el encierro en los centros carcelarios de la capital y en los lugares restantes de todo el país; más, el impotente Estado, considerado como fallido, ya no aguanta con la agobiante carga de tantos mortales privados del derecho muy de humanos de respirar los vivificantes aires de libertad.

El presidente de la República, Jimmy Morales y los diputados al Congreso Nacional podrían liberar a los prisioneros políticos; algunos de ellos rumian con tristeza las amarguras del exilio, pero los más son los que han sido procesados judicialmente por hechos de orden común.

Ya estamos como a zancadas muy cerca de las tradicionales fiestas de fin de año, o sean las de la Navidad y la del Año Nuevo que, por cierto, es una buena ocasión, de gran alegría, propicia para tomar decisiones muy de humanos. El primer mandatario ha dado muestras de dar solución en todo lo posible en lo que concierne a lo social, prioritariamente en cuanto a la salud, y sería un acto plausible y virtualmente humanitario la amnistía.

¿Y tú qué opinas al respecto, amigo Juan Pueblo?

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