Raúl Molina Mejía

Las secuelas de la represión contra la Universidad de San Carlos de Guatemala (USAC), primero, y de la adopción del modelo neoliberal, después, han fortalecido la inercia en la tricentenaria institución. Los sectores dominantes del país han logrado desactivar la poderosa fuerza de la juventud universitaria. Aunque en época reciente el movimiento estudiantil logró iniciar el proceso de reforma universitaria, vía EPA, y la USAC volvió a reunirse con su pueblo durante el proceso de búsqueda de la dignidad de 2015, que logró las renuncias del presidente y la vicepresidenta del país, solamente ahora ha fructificado el necesario planteamiento de que debe ser rescatada la Asociación de Estudiantes Universitarios (AEU). Dicha organización centenaria ha llenado las páginas de la historia patria con grandes hazañas y muchos logros, resaltando su participación protagónica en la Revolución del 20 de Octubre de 1944. Aportó muchos mártires durante el conflicto armado interno y su mismo nombre actual, Oliverio Castañeda de León, recoge para la memoria colectiva el liderazgo de la AEU con relación a las luchas sociales y políticas en el país.

Los enemigos de la USAC, que son muchos, lograron desactivar al movimiento estudiantil ya en “tiempos de paz”. Lo que no se produjo con las balas y la persecución a muerte antes de 1996, fue realizado, ante la apatía estudiantil y la pasividad de los académicos, con infiltración, captura y control de la AEU por parte de una camarilla, tipo mafia, que la ha desprestigiado y desnaturalizado. Este secuestro, que lleva más de tres lustros, logró la desarticulación del movimiento estudiantil y que la AEU dejara de cumplir su función orientadora en la sociedad guatemalteca. Como exdirigente estudiantil, en los sesenta, y ex Rector en funciones de la USAC, que siempre tuve un gran respeto por los dirigentes estudiantiles del decenio 1970-1980, me siento animado por los nuevos vientos de cambio en la USAC, los cuales necesitan una AEU comprometida con las mejores causas universitarias y del país. Para ello, la mafia debe ser expulsada, con los votos de las y los estudiantes, para relegitimar la asociación. Es este apenas el primer paso para poner de nuevo a la USAC al centro del acontecer nacional. Estamos en época de importantes decisiones y actuaciones en el país, con la impostergable transformación del Estado, que no pasa por su privatización, sino que por la recuperación de su condición de “Estado responsable”. La USAC es una universidad estatal, que se ahoga en el mundo neoliberal que ha llenado de corrupción todas las funciones del Estado y muchas del sector privado, y debe pronto volver a ejercer plenamente las funciones que le fueron otorgadas con la autonomía universitaria. Hay que rescatar la AEU y darle todo el apoyo a valientes universitarios y universitarias que se han lanzado a conducir este esfuerzo; pero la acción debe continuar hasta concluir, exitosamente, la reforma universitaria. Los egresados de la USAC, junto a sus miles de estudiantes, profesores, trabajadores y autoridades, tenemos la obligación, este primero de diciembre, de afirmar y concretar nuestro juramento universitario.

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