Eduardo Blandón

El Papa Benedicto XVI, en una entrevista concedida al periodista Peter Seewald, en el libro de reciente aparición, Últimas conversaciones, al referirse a lo incómodo que le resultaba atender esas visitas de índole políticas, dice que son pocas las conversaciones que considera dignas de recuerdo por la superficialidad y acartonamiento de los personajes. Pero excluye de ello a dos jefes de Estado: Bachelet de Chile y Obama de los Estados Unidos.

El Papa emérito destaca en los gobernantes citados no sólo vitalidad y alcance de miras, sino también inteligencia, honestidad y cierta veta espiritual.  Los demás, dice, eran simples funcionarios que repetían frases elaboradas y a juzgar por lo expresado, carentes absolutamente de calidades humanas que los volviera interesantes y dignos de ser recordados.

Lo afirmado por el pastor, que ha decidido vivir recluido en un monasterio cercano a la Basílica de San Pedro, me trajo a la memoria las visitas últimas de nuestros gobernantes, Otto Pérez Molina y Roxana Baldetti.  Como se recordará, entre las piezas de colección de la exvicepresidenta se encuentra el papelón de su hijo al hacerse una “selfie” teniendo como fondo al Papa Francisco y a la Iglesia romana.

Me habría asombrado mucho que Benedicto XVI hubiera dicho, “no puedo olvidar la visita que me hiciera el entonces presidente de Guatemala, Otto Pérez Molina, cuando vino con su esposa en visita de Estado. Siempre me dio la impresión de ser un hombre noble, inteligente y con muchos ideales de bien para su país”. Por el contrario, no me extrañaría que no tenga ni peregrina idea de quién sea ese tal Pérez Molina.

La calidad humana no se improvisa.  El talante o la personalidad es el resultado de un trabajo continuo por hacer relucir lo más valioso del espíritu humano.  Así, no es de extrañar, que el expontífice evoque por ejemplo las virtudes humanas de un Václav Havel, político, intelectual y enorme estadística checo, o un patriarca Cirilo de Rusia, de quien no ahorra elogios admirando lo intelectual y humano en él.

Pero en nuestros lares, los políticos creen que la falta de cerebro y escasez de cualidades pueden sustituirse o apañarse con la contratación de voceros, la compra de medios de información y/o la fafa, para hacer aparecer por arte de magia virtudes inexistentes, todas pedidas a la carta. Con lo que los políticos son apenas personajes de teatro bufo, como nuestro presidente, por ejemplo.

Artículo anteriorLa anarquía de la trama
Artículo siguienteSentencia a favor de la Independencia Judicial