Durante las últimas semanas se ha venido hablando de la elección de la Junta Directiva del Congreso de la República y de la importancia que esto tiene en el futuro inmediato del país porque tendrán nuevamente en sus manos la discusión y aprobación de leyes de enorme trascendencia.

Las negociaciones incluyen presidencias de comisiones, puestos en las directivas y obviamente la gallina de los huevos de oro que son los miles de millones que representa el Listado Geográfico de Obras con el que se hacen ricos los “representantes” a costa de la miseria de los ciudadanos.

Y en ese mercado de votos, puestos y plata se han mencionado los escándalos, temibles vínculos y las mañas que los candidatos Mario Taracena y Oliverio García Rodas representan, así como el cuestionado rol de quienes los impulsan encabezados por Sandra Torres y Jimmy Morales.

El Congreso ha sido foco de atención desde siempre porque aun cuando uno cree que es imposible que haya uno peor, nos sorprende incrementando la mala calidad de sus integrantes y la desfachatez de sus actos irresponsables.

Con tantos cuestionamientos y ataques, hay quienes dicen que no son igual que todos los demás. Insisten en afirmar que, aunque son lógicos los cuestionamientos a “los diputados” en general, hay unos pocos que no son parte de las mañas.

Uno de esos casos es el de Nineth Montenegro, de Encuentro por Guatemala, que ha sido mencionada como la tercera opción ante el desencanto generalizado de la pelea entre bandas que tienen Taracena y García.

Y creemos firmemente que este es un buen momento para que la diputada Montenegro demuestre esa gran diferencia con los que han sido los operadores de los poderes ocultos en el Estado.

Porque ella, con muchas legislaturas en la espalda, debe saber por lo menos cómo, dónde y de qué manera es que se cocinan los pactos de impunidad, se reparten los beneficios y se agencian los miles de millones los diputados, prácticas viejas y archiconocidas.

Es un escenario bastante sencillo en la práctica. La primera opción es que ella decida no decir nada y las dos razones podrían ser que no se ha enterado de lo que sucede en el Congreso o que sabiéndolo calle, sea para atraer votos o por otras razones ocultas. Ambas situaciones, una por incapacidad y otra por picardía, serían descalificadoras.

Pero tiene la oportunidad de taparnos la boca a quienes hablamos de “los diputados” y demostrarnos que tiene el carácter y la entereza de probar que es la única candidata honesta en esta contienda.

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