Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.com.gt

La Hora ha fijado una posición clara de que mientras las reglas del juego no cambien aquí podremos tener nombres diferentes, pero los negocios, los vicios y las mañas persistirán en manos de diferentes actores y así es como se debe entender la componenda que ayer llevó a Silvia Patricia Valdés Quezada a la Presidencia de la Corte Suprema de Justicia, gracias al auspicio y operación política de Blanca Stalling.

Fuentes de toda credibilidad indican que la nueva Presidenta de la CSJ es prima del exdiputado que está en prisión preventiva, Carlos Herrera Quezada y que por ello fue que ella terminó electa como vocal primero al momento de ser ungida como magistrada; y quedó en esa posición porque tal vocalía es la que sustituye al Presidente del Organismo Judicial en su ausencia.

En marzo del presente año, La Hora alertó sobre un plan en contra de Thelma Aldana que, usando a Gudy Rivera, pretendía perjudicar a la Fiscal General y fueron, según nuestras fuentes, las mismas Stalling y Valdés Quezada las que estaban detrás del plan para destruir a la jefa del ente investigador.

No es secreto para nadie que desde abril de 2015 Stalling y su familia han pasado penas políticas y con la justicia, pero no se puede negar la astucia de la magistrada que ha logrado mantenerse en el olimpo sin que el MP o la CICIG puedan cuadricularla y sin que la sociedad repare respecto a su papel.

Cuando ha sentido algún grado de presión, inmediatamente solicita un permiso a la CSJ para operar desde la sombra, lejos de donde la prensa la pueda cuestionar, y eso ha sido suficiente para que, bajando su perfil, siga operando y navegando con total tranquilidad.

Ayer mismo me decía un lector que las cosas definitivamente no han cambiado en Guatemala, y yo le expresaba que no solo no han cambiado sino que yo creo que estamos peor que antes puesto que, después del “despertar”, nadie hubiera creído que estas cosas seguirían siendo el pan nuestro de cada día, pero las evidencias nos demuestran lo contrario.

Y es que hay que entender que el hecho de que seamos incapaces de generar una agenda nacional del cambio en el que se incluyan los ajustes que debemos hacer al sistema para liberarlo de los grandes vicios, ha derivado en que las mafias se reagrupen, se unan y orquesten una mayor capacidad de operación y maniobra que no solo escapa del radar ciudadano sino que los fortalece en esa férrea labor de defender el sistema.

Hay sectores que han ido perdiendo poder porque han tenido competidores más aventajados, más inescrupulosos y con más influencias, pero ni así entienden que su futuro y el de todos pasa por los cambios para nivelar las reglas del juego apostando a reformas y al fortalecimiento institucional.

En el año del “cambio”, resulta que Stalling y su gente nos demuestran que las viejas prácticas están a la orden del día y que siguen siendo nuestra triste y cruda realidad sin que como ciudadanía tengamos capacidad de reacción e incidencia.

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