Dra. Ana Cristina Morales

Ser profesional de la medicina es algo difícil y no cabe duda en ello. Es una carrera que necesita esfuerzo, dedicación, un constante estudio y actualización. Durante la época de formación se trabaja con roles de turno que cambian el ritmo de sueño-vigilia, y más tarde se continúa atendiendo llamadas de emergencia. Aun el profesional de la medicina que no haya sido dotado por natura con mucha inteligencia, tiene el mérito de la perseverancia. Además, las condiciones de estudio y de trabajo de esta clase de profesión no son las más favorables para el fortalecimiento del individuo.

Ya que en el desenvolvimiento del quehacer profesional desde sus inicios como estudiante. La persona, es sometida a una práctica casi militar, en la que el objetivo primordial es estudiar y dar la mejor atención posible a las personas que acuden a la atención en salud. Las actividades familiares, sociales, el involucramiento en pasatiempos como la música, las letras, las plásticas se ven limitados. En la práctica como estudiante de medicina, se maneja cansancio, problemas de sueño, hambre y violencia ejercida por mandos superiores. Y si es mujer, es más posible enfrentarse con el tema de acoso sexual.

Lo que describo con anterioridad es la violencia interna que se genera en los espacios de estudio y del ejercicio profesional del ser médico/a. Y sumado a ello, los profesionales también tienen que enfrentar situaciones de violencia externa. Amenazas y maltrato de clientes, hecho que se torna de manera más obvia, con los recientes actos terroristas realizados contra el personal de salud del Hospital General San Juan de Dios.

En mi transitar por la vida profesional encuentro que pese a todo lo referido, casi ninguno de los médicos está dispuesto a cambiar su profesión por otra. Porque ella es llevada con orgullo. Cada paso por el largo camino de esta, conduce a quien la eligió, a evidenciar sus propios potenciales y a festejar con la vida.

Considero que el médico queda expuesto a violencia externa, no solo porque le toca lidiar con la atención al público o por la ubicación de los centros asistenciales sino por cómo las personas de la sociedad han visualizado a su persona. Y cómo es que muchas de estas personas, desde niños, también alguna vez, desearon ser lo que el médico representa y por diferentes motivos, no llegaron a ser calificados para serlo.

Cuando un médico se queja de alguna molestia de salud, es posible que no sea escuchado. Y si hay que demandarlo, habrá disposición de muchos para hacerlo.

La situación de violencia laboral tanto interna como externa que viven los profesionales de la medicina. Es un condicionante, para que los servicios de salud se deterioren, y que la población sufra esta consecuencia. Si la integridad de la persona como médico no es valorada como un derecho que le concede el ser humano. Por lo menos, debería considerarse el hecho, de que bajo este tipo de presiones, será inevitable el deterioro del servicio que se preste a la comunidad. Además, cada día, los jóvenes meditaran con más calma, si se deciden por ser profesionales de la salud.

La presente columna es una petición a la reflexión para hacer un alto a la violencia en los sistemas de salud. A la externa, pero también a la interna.

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