René Leiva

(“Creo en la lectura detallada, línea por línea, o en lo que solía llamarse explicación del texto y en nada más pretencioso que eso. No solo es la mejor técnica para revelar la belleza y el significado de la literatura, sino que es un instrumento extraordinario para el análisis de todo el arte y la cultura. La concentración que requiere la lectura de un poema es cercana a la meditación.” Camille Paglia. Gracias, profesora, crítica de la vaciedad posmoderna.)

Sabido es, o no tanto, que los desvíos, atajos y recodos que toma la andadura del lector no siempre coincide con los caminos de la escritura. Sin proponérselo, se traza una vía paralela, nunca divergente, a la señalada en los renglones sugerentes de la estampadura.

La lectura como el hallazgo de un espejo tejido más con destellos que con palabras.

A cualquier lector de ficción le está permitido ¿por quién? imaginar –y a veces vivir– una historia simultánea, concebida a la par y equidistante, una variante o variación, otra versión nunca antagónica, paráfrasis, suerte de antiplagio editado e impreso en los secretos talleres del magín, para riguroso autoconsumo.

***

El placer secreto, erótico, casi onanista de conocer todo de la vida de alguien… Todo a través de las palabras, la escritura, los nombres… De los nombres imbricados e imbuidos con cualquier nombre.

La ambigüedad del nombre, que lo es todo y es nada… El nombre a manera de máscara que encubre a nadie… Identificarse con un nombre, en el fondo, ajeno o extraño al hombre, a quien lo detenta… ¿Quién conoce su verdadero nombre? ¿Hay un nombre verdadero? ¿Y si faltara un nombre, uno solo, en la Conservaduría General del Registro Civil, si no estuviesen todos los nombres, si tal institución no implicara y contuviera la totalidad?

¿Son todo (singular) y todos (plural) términos relativos tratándose de asuntos humanos, de lo que se conoce como civilización, cultura, institucionalidad?

Al parecer, don José se pone a prueba a sí mismo; se da al ejercicio tentativo de sus potencialidades intelectuales e inquisitivas; intenta una aventura contraparte de su rutina y de su obligada sumisión al sistema, un sistema por él no cuestionado ¿hasta entonces? pero que le da, ciertamente, un trabajo para subsistir.

Don José, un funcionario menor, casi anónimo, toma posesión secreta de la Conservaduría, poseedor nocturno, detentador solitario de un poder que circula por entre las venas donde late la sangre del espíritu.

En adelante, mientras dure su aventura intensa pero pasajera, don José llevará dos vidas, o mejor, la vida de día y la vida de noche, lo abierto y lo oculto.

¿Hay aventura sin rompimiento de algo, vínculos, sin transgresión, sin pasar al otro lado, aunque el movimiento sea en círculos, casi sin moverse de lugar…? ¿Leve rebelión contra la inercia? El viaje antiguo e inmóvil del molusco abrazado a su roca, temeroso del mar.

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En la anterior entrega, donde dice: “¿Se puede hablar de una sociedad masificada, pero individualista”, debe decir: “¿Se puede hablar de una sociedad masificada pero individualista?”, sin esa coma (,) antes de “pero”, no a mí debida.

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