FRANCISCO CÁCERES BARRIOS
Los guatemaltecos llevamos tiempo de apreciar en las autoridades el derroche del gasto público, empleando mucho dinero en montar espectáculos de todo aquello que les convenga, pretendiendo demostrar con ello que están trabajando para cumplir con sus obligaciones. Para cualquier cosa buscan el sitio que más pueda impresionar, ya fuera para presentar un proyecto de reforma tributaria, aunque a los pocos días se le dé marcha atrás; una nueva manera de entregar bonos a los campesinos, aunque conlleven sinnúmero de inconvenientes o bien inefectivas medidas de seguridad, sin lograr evitar los asesinatos de los choferes del transporte urbano. ¿Para qué? ¿Qué ganan con eso? ¿Creen engañar a la población que de antemano sabe que la presentación y la Carabina de Ambrosio son la misma cosa?
Entre mis utópicas aspiraciones pensé que don Jimmy Morales iba a eliminar esa mala práctica heredada de sus antecesores sin embargo, siguió en las mismas hasta llegar a montar un espectáculo en el cual ni él mismo creía, lo que le produjo el sueño que ahora pretende calificarse de “reflexión”, mientras su Ministro de Finanzas se empeñaba en demostrar inverosímiles ventajas de un Presupuesto de ingresos y gastos del Estado para el año 2017, en el que sigue destacándose el déficit para elevar todavía más el nivel de endeudamiento de nuestro país.
Eso es gobernar irresponsablemente, pues si se trabajara de otra manera les permitiría reflexionar para mejor orientar, analizar y valorar las consecuencias del mal que están haciendo. Quien no emplea la responsabilidad en lo que se le encarga no puede medir las consecuencias de sus acciones y todo esto ha provocado que los guatemaltecos sigamos viendo a nuestro alrededor tantos desastres ecológicos, de inseguridad, como el incumplimiento de la buena atención que los servicios públicos debieran prestar a una población que pacientemente la ha estado esperando.
Por la irresponsabilidad con que se han venido manejando los asuntos del Estado es que los gobernantes no han podido ganarse la confianza de una población que sigue asombrada por no encontrar señales de compostura ni siquiera de los más mínimos problemas, no digamos apreciar la mejoría ostensible en la reparación de carreteras; en la dotación de insumos suficientes a los centros hospitalarios; en la efectividad de las políticas preventivas tendentes a evitar que la delincuencia siga teniendo la sartén por el mango, mucho menos en la recuperación del poder adquisitivo de nuestra moneda. ¿Se nos está cerrando entonces la posibilidad de tener un gobierno responsable que entienda que a la población le da lo mismo un Presupuesto que ascienda a 60, 70 o los 80 mil millones de quetzales mientras siga sin ver buenos resultados?