Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt

Uno de los discursos históricos que más me han impresionado fue el que pronunció el doctor Martin Luther King en Washington cuando ante una multitud emocionada fue pintando el sueño del país que ansiaba para concretar sus aspiraciones de respeto absoluto a los derechos civiles. Mucho se ha avanzado desde esa lejana jornada del 28 de agosto de 1963, cuando millares de personas marcharon a Washington para reclamar por el respeto a sus derechos, tanto económicos como civiles.

Hoy, más de medio siglo más tarde, uno puede ver la retórica de la campaña electoral en Estados Unidos y comprender que pese a los avances legales que se dieron, especialmente durante la administración de Lyndon Johnson, los problemas raciales siguen siendo objeto de preocupación en ese gran país. El sueño que alentó a Martin Luther King cuando habló en ese día sigue siendo una gran aspiración que, curiosamente, encontró nuevos y mayores obstáculos luego de lo que pudo ser el mayor éxito de la integración racial, cuando hace casi ocho años fue electo Barack Obama como Presidente para convertirse en el primer mandatario de raza negra de la historia.

Pero lejos de que ese hito histórico se convirtiera en palanca para afianzar el respeto a los derechos civiles de las minorías, lo que puede verse en Estados Unidos hoy es un resurgimiento del racismo más insolente que se muestra no solo en la arena política, sino también en las relaciones diarias y de manera muy dramática con la forma en que el ser humano que no es de raza blanca es de inmediato estigmatizado como un potencial delincuente o criminal y de esa cuenta, se convierte en objeto de escrutinios discriminatorios y hasta de violencia.

En esta campaña electoral se ha marcado una tendencia clarísima de integración de un sector, identificado como el de blancos de escasa o muy pobre educación y formación, que cierra filas alrededor de una propuesta que gira alrededor del desprecio a las minorías, especialmente a los inmigrantes de origen latino y a los negros de toda condición. La forma despectiva en que se calificó la vida de los afroamericanos, refundiéndolos a todos en el estereotipo de faltos de acceso a la educación, desempleados, delincuentes o perdedores, para decirles que viviendo así, “¿Qué diablos tienen que perder si votan por Trump?”, como el mismo candidato republicano lo ha repetido ya varias veces. Igual encasillamiento que el que hizo de los migrantes latinoamericanos como delincuentes, narcotraficantes y violadores, ignorando el aporte que hacen millones de personas para construir un mejor país.

En otras palabras, medio siglo después del sueño de Luther King, queda aún muchísimo trabajo por hacer para construir una sociedad donde los derechos civiles sean una realidad más allá de lo que establece la letra muerta de la ley.

Y si eso pasa allá, como para que no haya tenido razón Augusto Monterroso con su brevísimo cuento. Y ayer lo experimentó el presidente Jimmy Morales, quien como Luther King tuvo un sueño, solo que el de él fue más breve y placentero. Pero en el video se nota que, cuando despertó se asustó mucho, porque vio que nuestros dinosaurios todavía están también allí.

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