Por supuesto que respetando la presunción de inocencia, no nos queda más que aceptar que para muy pocos es sorpresa cuando finalmente se presenta un caso, como el de ayer, que es un secreto a gritos por los abusos que se han venido conociendo de parte de los funcionarios y mandatarios que hemos tenido en Guatemala y que intentan vivir como que son jeques árabes.

La sorpresa que empieza a notarse en algunos círculos es por qué no se han enderezado procesos contra Colom-Torres, Arzú, Berger y todos los que han sido una parte fundamental del sistema que funciona a la perfección para el saqueo del Estado y el secuestro institucional.

Pero volvemos a recordar que la justicia tiene sus tiempos y la confianza que se ha ganado se tendrá que terminar de reforzar cuando quede claro que todas estas acciones no son contra un partido político que nos gobernó, como el caso del Patriota, sino que contra todos aquellos que han utilizado al Estado y sus dependencias como que fueran de su propiedad.

No debe haber sorpresa dentro de la población a estas alturas porque hemos sabido que somos una sociedad muy propensa a la corrupción tanto en el campo de lo público como de lo privado. Para nadie es nuevo que muchas de las grandes fortunas del país se han hecho a base de trampa fiscal y en exoneraciones o devoluciones del crédito; en contratos viciados con la administración pública o en la “asociación” entre financistas y políticos para partirse la vaca del erario nacional y concesionarse los recursos del Estado.

Lo que sí tenemos que tener claro es que aunque se ha avanzado en la tarea, ni siquiera estamos llegando a un punto cercano de la meta. Porque es fundamental que el avance del país que estamos viviendo a partir del imperio de la ley, se tiene que transformar en eficiencia.

Hoy, tenemos un presidente tan limitado que ha dicho que tiene que decidir entre evitar la corrupción o ejecutar obra. Guatemala habrá cambiado cuando hayamos entendido, si es necesario a punta de mandar a la cárcel a los ladrones, que la única forma de ejecutar es sin corrupción. Y cuando eso pase, la inversión será seguramente de beneficio para los ciudadanos.

Es entonces cuando todos los procesos como el de ayer contra doña Anabella, el de TCQ, Cooptación, Agua Mágica, Cooperacha, La Línea, etc., junto a los que debieran venir contra los otros gobernantes, nos sirvan para construir la nación y a emprender un rumbo nuevo. Mientras tanto, no debe sorprendernos que sigan cayendo los jeques.

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