María José Cabrera Cifuentes
mjcabreracifuentes@gmail.com

La convergencia de culturas y cosmovisiones alrededor del mundo es una realidad innegable. Sin embargo, la poca tolerancia y aceptación de la otredad ha conllevado a que la convivencia y la empatía intercultural se dificulten, lo que hasta la actualidad significa un grave problema en el mantenimiento de la paz mundial y en el ejercicio pleno de la libertad individual y colectiva.

El islam es frecuentemente vinculado con el terrorismo y la Yihad, sentencia errónea que ha resultado en la propagación generalizada del odio hacia todos aquellos que practican esa religión. Si bien es cierto, los extremistas musulmanes, al igual que todos los que se radicalizan a partir de una creencia, han causado un daño incalculable en el mundo, muchos otros se rigen bajo una lógica distinta y practican su fe sin causar perjuicios a las personas que les rodean, compartan o no su pertenencia a dicho culto.

Fotografías impactantes han circulado por la red, como en la que se observa a un grupo de policías increpando a una mujer para que se retire de la playa por utilizar el “burkini”, o en la que una mujer está siendo obligada a despojarse la polémica prenda, sufriendo así una terrible humillación como fémina musulmana.

Refugiándose en la premisa de que el burkini (traje de baño utilizado por las mujeres musulmanas que cubre todo su cuerpo), así como la burka y otras formas de vestir tradicionales, son símbolos de opresión hacia la mujer islámica, muchos defienden este tipo de prácticas que no hace más que anular la identidad y violentar las creencias y costumbres que un grupo determinado ha adquirido y escogido como una forma de vida. Puedo comparar esta práctica, incluso, con el supuesto de que a los indígenas guatemaltecos se les despojara de sus trajes típicos aduciendo que son emblemas de la dominación colonial, cuando les fueron impuestos para ser reconocidos y regionalizados.

A pesar de la amenaza que el terrorismo islámico representa para Francia en estos momentos, y sin restar importancia a los últimos ataques terroristas que han azotado a Europa en el último año, la tolerancia y apartarnos de la discriminación son principios básicos para el mantenimiento de la paz en el mundo, además, es un error juzgar a la mayoría de los practicantes por las deplorables acciones de unos cuantos que se han encargado de desprestigiar tanto al islam.

Ante la imposibilidad de la creación de estados-nación y la ya indiscutible interdependencia en este mundo globalizado, aprender a convivir con culturas distintas y practicar la tolerancia deberían ser las enseñanzas obligatorias a las generaciones nuevas y venideras quienes por el contrario, con el acontecer actual están apropiándose de lo inverso, lo que encamina al mundo cada vez más hacia una inevitable debacle.

Si bien el Consejo de Estado de Francia ya ha suspendido la prohibición del burkini en ciertas regiones, las ideas que sustentaron su implementación siguen vigentes y continúan siendo generadoras de odio, no únicamente en dicho país sino alrededor del mundo. La animadversión hacia musulmanes, judíos, cristianos, y otros cultos cuya esencia y preceptos más fundamentales no pretenden más que hacer de este mundo un lugar de concordia, paz y armonía, es uno de los factores que ha hecho del globo el lugar inseguro y tenebroso que es hoy. No seamos parte de las generalizaciones ni nos sumemos a una cultura de odio y represión, el ser humano es libre por naturaleza. Sin importar las tradiciones y las creencias de cada uno, esa libertad, cuando encaje dentro de los principios que procuran el bienestar de la humanidad, debe prevalecer por sobre todas las cosas, asegurando así el ejercicio pleno de los derechos de todos los seres humanos, plasmados en un sueño en 1948.

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