Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.com.gt

Pocas familias en Guatemala nos han podido mostrar cómo es que en nuestro sistema de justicia se manosea, se trafican influencias y se recurre a cualquier artimaña para asegurar impunidad; una de esas familias es la de los Barreda, es decir Ofelia de León y su hijo Roberto, quienes gracias a sus acciones han pintado a la justicia de cuerpo entero y ayer, durante la audiencia de recepción de pruebas, no fue la excepción.

La audiencia de ayer arrancó con la excusa de que el abogado de la señora De León “no aparecía” y claro que era una medida que buscaba suspender la audiencia ante la paja de que “la sindicada no tenía defensa”, pero el juez Miguel Ángel Gálvez les salió más chispudo que bonito y les dijo que no se preocuparan, que si no llegaba daba por abandonada la defensa; milagrosamente se presentó el abogado David Abbot.

Luego, el defensor de Roberto Barreda, Luis Alfredo Vásquez, empezó a interponer una batería de recursos con la intención de suspender la audiencia, pero no lo logró, extremo que, entre otras cosas, molestó al sindicado de la muerte de su exesposa, Cristina Siekavizza, a quien el juez le dijo que fuera respetuoso, que se sentara bien porque no estaba ni en el cine ni en el estadio.

Desesperado, Barreda se inventó que despidió a Vásquez y alegó que entonces se quedaba sin defensa; luego y también desesperada, la expresidenta de la Corte Suprema de Justicia (CSJ) interpuso una acción de inconstitucionalidad por lo que el juez Gálvez le dijo que le “sorprendía que una exmagistrada conocedora del derecho estuviera poniendo tantos obstáculos”.

Y titulé así esta columna porque los Barreda no son los únicos, pero si los más visibles del momento, que utilizan el sistema interponiendo una cantidad de recursos que buscan impedir el avance de los procesos para luego alegar que están presos ilegalmente, tal y como han hecho algunos que hasta han pagado a activistas cívicos para que repitan el discurso.

Siempre que escribo del Caso Siekavizza aparece algún cristiano que me dice que el caso me interesa porque mi mamá es pariente de la madre de Cristina, pero la verdad es que nunca conocí a Cristina; a Angelís y a Juan Luis Siekavizza los conocí en tribunales, ya asesinada Cristina; he tratado de acompañarlos en su dolor como lo he hecho con quienes he podido y con quienes claman justicia en lugar de venganza.

Con los giros que han dado algunos personajes de la vida nacional ya no se sabe mucho que esperar, pero la actitud de los Barreda cae como anillo al dedo ahora que se discute la reforma al sector justicia porque nos evidencian los vicios de un sistema que debe ser reformado, pero que ante la indiferencia social, puede llegar a quedarse igual o ser reformado para peor cuando los diputados realicen que al grueso social no le importa el asunto.

No se piden condenas anticipadas, solo se pide que la justicia pueda seguir su curso, algo que evidentemente no desean los señores Barreda. Y este caso es emblemático por la sencilla razón que evidencia a las muchas familias y víctimas que en lugar de empuñar un arma o pagar a un sicario en busca de venganza, usan el camino de la justicia como remedio, aunque se enfrentan a una poderosa exmagistrada que conoce todas las mañas del sistema y las usará para defender a su muchachito.

Artículo anteriorJosé Saramago: Todos los nombres (I)
Artículo siguienteLegalizar el asesinato