En cualquier Estado, las instituciones políticas son el reflejo de la sociedad y terminan ejerciendo el poder apegados a las demandas que sus votantes establecen como parte del contrato con el que reciben su mandato.

Y es por eso que la sociedad guatemalteca es la que está en deuda con el país. Porque resulta que hemos sido una sociedad de tolerantes con los incapaces, transeros, abusivos, endiosados y descarados que nos han gobernado.

Como no somos una sociedad que pueda identificar qué mandato otorga a un candidato y posteriormente Presidente, terminamos tolerando que metimos la pata y a esperar que venga el próximo. Los partidos terminan siendo ese nicho del negocio para proteger al dueño que no tiene nada que ver con un hogar de ideología, propuesta política y formación de liderazgos.

Y por ese patrón de solamente seguir esperando el próximo porque con este “la regamos”, es que nos parece que quien termina vendiendo y piñatizando los recursos del Estado, como Cerezo con las frecuencias de celulares o Aviateca, Arzú que casi vende hasta a los ciudadanos, Pérez-Baldetti-Jimmy Morales con TCQ, etc., se toleran y hasta parece hasta “novedoso” eso de hacer negocios sin que importe cómo se mueve la plata debajo de la mesa.

O el mismo caso de Colom-Torres y Portillo, que usaron la “izquierda” como discurso, pero actuaron conservadoramente para proteger a sus financistas y como delincuentes cualquieras para saquear al Estado. Serrano corrompiendo al Congreso y volviéndose millonario en el gobierno cuando ni las deudas de su casa podía pagar; Berger que no robó sino que hizo “negocios”; o De León Carpio que “aprendiendo” a gobernar se convirtió en uno más de los que siempre criticó.

En fin, que entre muchos incapaces y pocos con ínfulas de sabios pero todos dedicados a lo corrupto, hemos dejado que nos gobierne una banda delincuencial, porque la sociedad así lo ha permitido.

Y por eso es que ahora que sale que “don Jimmy” tiene sus mañas, no podemos mostrarnos sorprendidos. Porque el principal cambio que debería haberse dado es el de una sociedad que les diga que ya no más. Pero como eso no sucedió, entonces el Congreso sigue siendo de vergüenza, el Ejecutivo cree que se puede salir con la suya en todo y los sectores poderosos luchan para mantener al Estado cooptado.

Claro que los partidos son los vehículos con los que nos ven la cara todos los políticos, pero somos la sociedad la que se los ha permitido y la que, al paso que vamos, volverá a elegir a cualquiera de estos que durante toda la “democracia” han saqueado al país sin pagar las consecuencias.

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