Muchos esfuerzos se han hecho para que cambie el sistema de corrupción e impunidad en el país. Sin embargo, muchos han sido también los fracasos que hemos tenido porque tras cada intento, con sutileza, los casos vuelven a su origen y terminamos en que no cambia nada.

Por ejemplo, la crisis política de hace un año sigue siendo incomprendida porque nos dejamos llevar por la idea de que la cooptación del Estado viene de un solo partido político. No hemos comprendido que los cooptadores son quienes han utilizado a todos los políticos como sus operadores al comprarles la voluntad durante las campañas para forzarlos a entregarles los beneficios absolutos que genera el Estado.

También hubo una “condena social” a los políticos por corruptos y por ladrones. Pero “la vieja política” sobrevivió mediante el control del Congreso de la República donde se ha construido el principal parapeto de la impunidad y la corrupción con el comportamiento disciplinado de los diputados.

Guatemala ha sido calificada como un paraíso fiscal por la baja tasa impositiva del país, pero eso debería ser complementado diciendo que a la vez es el lugar en el que más facilidades y muchas más formas hay de obtener beneficios ilícitos con el crédito fiscal y exoneraciones. Pero sucede que ante todos los casos que han ido saliendo, los empresarios visitan al Superintendente de Administración Tributaria para pedirle que sea “más suave” al manejar a los evasores.

Y con la propuesta fiscal que improvisadamente empieza a lanzar el gobierno, los voceros empresariales usan los mismos argumentos de siempre sobre lo “inadecuado” del momento para hacer un ajuste tributario, sabiendo que nunca llegará ese momento “adecuado”.

El caso de TCQ fue anunciado como el mejor ejemplo de la corrupción en el que incluso empresarios de mucha importancia a nivel internacional estaban involucrados en “coimas” para obtener contratos, pero resultó que tras la intervención del Estado la propuesta es volver a negociar con ello el mismo trato.

En fin, que Guatemala parece que da mil vueltas y los dueños del circo dejan que los payasos se alboroten para que cuando la atención se desvía vuelvan a tomar control del sistema protegiéndolo para que no se arriesgue más su estatus.

¿Recuerdan cuándo la lucha contra la corrupción era la prioridad? Obviamente para la sociedad “urbana” es mejor mantener el sistema que enfrentar las consecuencias. Después de muchas vueltas, parece que los esfuerzos por romper la impunidad terminan en una sociedad que no se involucra de lleno y deja el terreno abierto para que los cooptadores, como siempre, sigan ganando la batalla.

Artículo anterior¿Ya se acabó la corrupción y el derroche?
Artículo siguienteFeria artística de IPSA para celebrar a la patrona de la ciudad de Guatemala