Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt

Hay algunas leyendas urbanas que circularon en la Guatemala del terror provocado por el conflicto armado interno en las que se relataba, más de algún caso, que un gobernante maldecía contra alguien y sus esbirros simplemente procedían a eliminar a esa persona «molesta» para el jefe. Se decía que le pasó a Lucas con alguien a quien le tenía estima y aprecio, pero de quien dijo en una ocasión que ya lo tenía «harto con tanta chingadera». Al día siguiente le notificaron que ya habían resuelto el problema al mejor estilo de esos tiempos. De nada sirvió que el Presidente de entonces, iracundo, les dijera a los matones que como eran de brutos, que su comentario era simplemente por la necedad del otro para pedirle un favor.

Me vino a la mente ese recuerdo ayer cuando leía los comentarios que generó un discurso de Donald Trump en el que dijo que si ganaba Hillary Clinton podría nombrar a los jueces del Tribunal Supremo que quisiera y que eso pondrían en peligro la vigencia de la segunda enmienda constitucional, esa que garantiza el derecho a tener armas de fuego que es sagrada para gran parte de la población norteamericana. Trump agregó que a lo mejor los seguidores de esa segunda enmienda, es decir la gente armada, podría ser la única salida si llegara ese momento.

Los defensores de Trump sostiene que fue un chiste de mal gusto del candidato, pero los expertos en seguridad están alarmados porque el mundo actual ha dado abundantes muestras de lo que puede hacer una persona desequilibrada que se sienta alentada para usar armas en contra de alguien. El problema es que quienes escuchan un mensaje como ese pueden tomarlo al pie de la letra, y no como un chiste burdo del estilo que tanto le gusta a quien ha sido personaje del entretenimiento y ahora se presenta como candidato a la Presidencia del país más poderoso del mundo.

Tal y como dicen que le pasó a Lucas, quien no tenía la menor intención de que sus fieles esbirros mandaran al otro potrero a su amigo puesto que simplemente se estaba desahogando ante la terca insistencia del otro en un asunto de poca monta. Y en el mundo de hoy hay muchos con esa facilidad y sangre fría para usar las armas que caracterizaba al entorno de la seguridad presidencial por aquellos años. El tema mismo de la tenencia de armas en Estados Unidos despierta enormes pasiones al amparo de la enorme y costosa propaganda que hace la NRA, asociación que reúne a los que dueños de armas y a quienes defienden el derecho a que se pueda tener todo tipo de mortíferos instrumentos, y no faltarán los que, llegado el momento, pretendan atajar el nombramiento de jueces sensatos mediante un ataque contra la Presidenta del país.

Yo siempre he pensado que esa gente tipo Trump, que tiene el hígado en lugar de los sesos, es peligrosa por naturaleza porque no dimensionan siquiera la repercusión que tienen sus exabruptos. Y lo fregado es que no se le puede pedir peras al olmo, y por lo tanto quedan varias semanas para seguir oyendo al tarambana.

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