Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt

Esta mañana me fui de espaldas cuando leí el artículo de la columnista Karin Slowing en Prensa Libre, en el que aborda lo que a su juicio debiera ser la función elemental del gobierno del presidente Jimmy Morales. Y es que por su formación académica y experiencia, si alguien tiene que saber del estado de la administración pública es ella, quien manejó la Secretaría de Planificación Económica en el gobierno de Álvaro Colom, por lo que desconcierta que diga que sus expectativas están limitadas “en el sentido de no esperar de él más que logren el restablecimiento del funcionamiento básico de la institucionalidad pública que fuera devastada luego del Huracán Patriotero 2012-2016.”

Uno entiende que la gente común y corriente piense que la cooptación del Estado y la podredumbre empezó con ese “huracán patriotero” a partir del año 2012, pero es preocupante que alguien con conocimiento de las interioridades de la administración pública no se haya dado cuenta de que en el mismo gobierno al que ella sirvió se había alterado el funcionamiento básico de la institucionalidad pública por la corrupción.

Y es que para ser justos, ni siquiera es preciso decir que también en el gobierno de Colom ya el Estado había sido puesto al servicio de los Alejos y compañía, puesto que el vicio es mucho más antiguo y si queremos entender la ausencia de políticas nacionales para atender las necesidades reales del país, tarea que compete a los planificadores para cumplir eficientemente su tarea de formular propuestas coherentes, no puede pasarse por alto que desde que se inició la cacareada apertura democrática con la vigencia de la actual Constitución, arrancó esa práctica de cooptación que ha significado el secuestro de la institucionalidad para ponerla al servicio de los financistas de campaña que son los únicos que salen ganando en nuestro país.

Aquí no basta un gobierno que llegue a restablecer el funcionamiento básico de la institucionalidad pública a como estaba antes de la investidura de Pérez Molina. Entiendo que eso es lo que quieren muchos que aún sueñan con seguir jineteando un sistema corrupto, pero creo que no es el caso de la columnista Slowing porque en sus planteamientos semanales hace observaciones técnicas interesantes con propuesta sensata.

Ella misma dice, párrafos más adelante, que aparte de la falta de recursos hay que ponerle atención a un tema del que poco se habla y lo expresa así: “me refiero al conjunto de sistemas, protocolos, procesos y procedimientos, que han de traducirse en una gama inmensa de actividades y tareas ejecutadas por el personal contratado, donde se emplean los bienes e insumos que el Estado compra, y que tienen como finalidad convertir el trabajo del funcionariado público en servicios y bienes que recibe la población.”

Eso no es restablecer el funcionamiento básico porque nunca hemos tenido esos sistemas, protocolos, procesos y procedimientos que se traduzcan en que el trabajo del funcionario público se traduzca en servicios y bienes que recibe la población. Cambiar esos procedimientos implica una transformación profunda que es justamente lo que los guatemaltecos queremos cuando se habla de modificar el sistema, es decir, aspirar a mucho más que restablecer lo que había cuando Colom entregó el poder.

Artículo anteriorUna elección entre dos males
Artículo siguienteNo tiene nada de malo… ¿O sí?