Es una verdadera pena que el diputado Estuardo Galdámez cite a la Ministra de Salud, doctora Lucrecia Hernández Mack, para que empiece la procesión por bancadas y comisiones del Congreso en lo que se conoce como la sala de chantajes de diputados contra los funcionarios del ejecutivo.

Hay que recordar que Galdámez, como su aliada Patricia Sandoval, han sido cuestionados por las gestiones que han realizado en el legislativo. Y ahora que empieza una nueva administración en la cartera que ha estado secuestrada por los grupos de corrupción y tráfico de influencias, no pinta bien que un aprovechado intente imponer su poder desde los primeros días de la gestión.

Lo que la Ministra Hernández necesita es apoyo cuando ha sido clara en anunciar que es urgente una reforma profunda y determinada de Salud Pública. No puede ser que quienes como diputados no son más que los guardianes de las mafias se presten a colocar con tal desfachatez los obstáculos a la gestión.

El otro gran ridículo es que en un tema de tanta importancia como la discusión sobre el futuro del sistema de Seguridad Social en Guatemala, un grupo de cinco diputados viaje a Santiago, Chile, pagados por quienes impulsan la apertura de la privatización del servicio.

La reforma a la ley del Instituto Guatemalteco de Seguridad Social no puede limitarse a los argumentos de la apertura o no a los seguros privados para que puedan ser adquiridos por los trabajadores. Primero, como acto responsable con los empleados, se tiene que hacer un esfuerzo extra por hacer que la observancia y el cumplimiento de la ley vigente, permita que se cuente con los recursos como para ofrecer una mejora en el servicio sobre lo que hoy hay.

Pero no puede ser que cuando se tiene que discutir la posibilidad de abrir al mercado de seguros privados el amplio mercado de los trabajadores, los diputados se presten a irse de viaje invitados por uno de los grupos impulsores de este cambio que significa tantos millones de quetzales.

En fin que los diputados siguen haciendo el ridículo con su desfachatez pero termina siendo peor que la sociedad se queda callada mientras estas acciones las realizan con total descaro enfrente de la ciudadanía.

Y es profundamente triste porque lo que muchos creyeron que eran cambios históricos en el país con las manifestaciones contra la corrupción, fueron solo pequeñas olas que no alteraron lo que como Estado somos. Los organismos no cumplen con su labor y los pícaros actúan porque el ridículo silencio de la sociedad se los permite.

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