Roberto Arias

Es increíble la mentalidad bífida con la que ha reaccionado la ciudadanía de Guatemala cuando vemos la bifurcación de ideas que atrapó al pueblo respecto a no hacer el más grande esfuerzo de la historia para erradicar, de una vez por todas, el estigma y la corrupción que ha mantenido al país muriendo de hambre y de miseria, mientras pocos, entre iniciativa privada y delincuentes incrustados dentro del Estado se han hecho multimillonarios alzándose con los dineros del tesoro público, en tanto mayorías se acomodan con su penuria, su hambre y su ignorancia.

No se comprende porqué la Universidad de San Carlos e instituciones sociales similares no hayan hecho una sólida y seria convocatoria a toda la población para sacar del pelo, literalmente, del Congreso a diputados y empleados, en virtud de que está más que visto que ese ente es un tugurio de delincuentes, quizás con alguna excepción. El pueblo de Guatemala, como siempre, “eligió” basura, pero esa misma población tiene el Derecho Soberano de echarlos al carajo cuando más convenga para los intereses positivos de la Nación.

Es increíble que los gringos, en los EE. UU., hayan realizado el escándalo global porque policías blancos asesinaron a dos negros, mientras los guatemaltecos miran con tedio y acomodo que les hayan sustraído su país. Todo el mundo calla, únicamente ven cómo el pueblo y el Estado pierden sin que se inmuten, esperando que otros accionen. Únicamente que ya no hay otros. Y seguirá Guatemala devanándose entre su propia hambre, penuria, ignorancia, torpeza y falta de valentía, mientras los de siempre terminan el saqueo sin que el nuevo Presidente pueda hacer mayor cosa para contenerlos. El Presidente está atado de pies y manos por los poderes estatales y los poderes fácticos. El Poder fáctico es el sector de la sociedad al margen de las instituciones políticas que ejerce sobre aquella una gran influencia, basada en su capacidad de presión; p. ej., la banca, la Iglesia, los medios de comunicación, el crimen organizado y un largo etcétera.

Un presidente no hace a un Estado. Lo conforma principalmente la población, quien tiene la harta obligación de pararse ante los saqueadores de su país y echarlos, incluyendo a instituciones como el Congreso y el Ejército que han servido únicamente para apañar el saqueo y quedarse, los cabezones, con multimillones de dólares al año que no rinden beneficio alguno para el país. Su único enemigo es el mismo pueblo que torpemente les da de comer.

Si ese dinero se utilizara para desarrollar a la soldadesca en lugar de crear oficiales delincuentes, fratricidas y genocidas multimillonarios, Guatemala tendría producción en diferentes áreas que darían crecimiento y dignidad a la nación. Ya es momento de frenar ese saqueo centenario que no ha dejado más que exacerbación del machismo, violaciones sexuales, estériles conflictos, confrontación estúpida, hambre, pobreza, ignorancia y cientos de miles de guatemaltecos muertos.

Un pueblo aguambado no hará cambios de fondo. ¡Urge una revolución sin balas!

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