Marco Tulio Trejo Paiz

Efectivamente, mucha gente está añorando un dictador del “puño de acero” como Jorge Ubico para que frene la sangrienta violencia con sus gravísimas consecuencias, los escandalosos robos de los funcionarios públicos, la corrupción de los de la llenura y de la llanura, el narcotráfico y todo lo demás que afecta a la ciudadanía y, por supuesto, a nuestra ofendida patria.

Ubico fue responsable de crímenes de lesa humanidad contra opositores reales o supuestos; aplicó en muchos casos la “ley fuga”, impuso salarios de hambre a los funcionarios de altura y, en realidad, en los de ínfima categoría.

A un maestro urbano le pagaban míseros sueldos, a los del área rural siete quetzales, a los diputados veinticinco quetzales, a los ministros más o menos lo mismo; así eran las injusticias, pero todo se va olvidando al paso de los años.

Afortunadamente, vino la década de la primavera revolucionario-democrática y todo fue cambiando positivamente e innegablemente.

El doctor Juan José Arévalo Bermejo, el mejor Presidente que hemos tenido desde que se inició la vida republicana, realizó laudable obra en lo económico, en lo político, en lo social, en lo diplomático, en lo educativo y en otros importantes aspectos.

El ilustre personaje de Taxisco terminó su período de funciones con honor y falleció inmerso en la modestia rayana en la pobreza.

Ahora todo ha cambiado. Hay un trastrueque de actuaciones negativas y todo un abusivo derroche de más de setenta mil millones de quetzales que los politiqueros de manos sucias que estaban haciendo “desgobierno” aprovechaban a sabor y antojo, sobre todo los ministros, los diputados enfermos de corrupción irremediable y así, por el estilo, andaba la zozobrante nave gubernamental. ¡Barbaridad de barbaridades! ¡Pero que viva la Pepa!!…

Vayamos pensando ya, con sentido patriótico, en las elecciones del futuro para no estar siendo estafados por los individuos de la archidesacreditada politiquería. Exijamos política; política genuina.

Juan Pueblo dice que ya es hora, en pleno atardecer, de poner ¡un hasta aquí a viciadas elecciones!

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