Dice el presidente Jimmy Morales que él tolera las críticas que se están oyendo con bastante uniformidad sobre los resultados de los primeros seis meses de gobierno y debiera entenderse que no se hacen como una agresión o ataque a la persona sino como un análisis a la coyuntura en la que al final se cree que muchas otras cosas se pudieron haber hecho.

Por supuesto, todos sabíamos que la misma elección de Morales a finales del año pasado no fue basado en una brillante propuesta de gobierno que nunca se hizo sino en el rechazo al rostro de la vieja y corrupta política que intentaba mantener las estructuras del poder oculto con el que se ha secuestrado institucionalmente al Estado.

Pero nos preocupa que el Presidente diga que no escucha las críticas, repetimos, entendiendo que hay cuales son aportes, porque le reduce demasiado su capacidad de recibir información a un grupo de las famosas «roscas» que mantienen intereses particulares y muy poderosos para influenciarlo tendenciosamente.

Jimmy Morales cuenta con aquellos que le han llevado a ser un agente de la polarización, como con el caso del Ejército de Guatemala, de manera que lo utilizaron de manera muy sencilla en algo en lo que pudo haber actuado con mucha más madurez, sobriedad y responsabilidad al cargo que ocupa.

Pero lo peor de todo, repetimos, es creer que porque ha recibido «donaciones» de contratistas del Estado en el área de medicamentos, se resolvió el problema de Salud; o porque el Ejército ha demostrado ser bueno en carpintería para pupitres, se resolvió el de Educación.

Guatemala ha tenido dos áreas del gobierno ejecutivo con resultados positivos: La SAT que ha mejorado la recaudación a pura ejecución de expedientes que «mágicamente» se mantenían flotando entre las oficinas de dicha dependencia; y Gobernación que aunque la violencia sigue, se han logrado reducciones y resultados en casos de delitos contra la vida y extorsiones.

Hoy mismo sale información de la crisis financiera de un Estado incapaz de ejecutar hasta los préstamos para financiar el Presupuesto y un Ministro de Finanzas que no tiene la misma capacidad para explicar dichas situaciones como lo hace cuando justifica las «reglas claras» de los negocios vinculados a la corrupción.

En general, no han sido buenos los avances desde el Ejecutivo, pero también se podría considerar que se está a tiempo de analizar fríamente la situación, tomando las críticas que traen aporte y asumiendo el rol que Guatemala necesita. En lugar de acercarse políticamente a los corruptos del Congreso, el Presidente debería diferenciarse. El problema es ¿A quién oye el Presidente?

Artículo anteriorOtro brutal acto de barbarie
Artículo siguienteBoston adquiere en canje al zurdo Pomeranz de los Padres