Francisco Cáceres Barrios
fracaceres@lahora.com.gt

Cada vez es más sensible apreciar el resentimiento de nuestra gente hacia algo que no es de su agrado o aún más, cuando le causa un profundo disgusto o enfado por lo que considera la causa fundamental de daños sufridos por él, su familia o etnia. El Conflicto Armado Interno por más de treinta años es prototipo de lo que estamos hablando. Ese rencor contenido explota a la primera provocación, como también hasta en la primera mención de lo que para la gran mayoría es calificado delicado y hasta espinoso. Todo ello se acrecienta por la falta de cultura en la población, muchas veces provocado por la manipulación constante que se hace de la información por los sectores políticos interesados en afirmar que lo que ellos dicen es la verdad, a pesar de ser por demás evidente el gran tamaño de su mentira.

Pero volviendo al tema, el resentimiento no construye, es algo negativo que provoca enojo, dolor o ira en contra de otro u otros por algo que sucedió anteriormente y que muchas veces no vivieron, pero así se lo contaron. Claro, es muy difícil de controlarlo, incluso puede hasta caer en lo irracional y por consiguiente tornarse en destructivo.

Gracias a Dios el resentimiento no es algo definitivo, si es que se tiene la buena voluntad y se toma una firme decisión podría controlarse y hasta eliminarse del todo. Para ello, habrá que aprender a hacerlo, empezando por definir su origen y así poder conocer y analizar cada una de sus causas, bajo el entendido que no es posible eliminarlas del todo por haber sido algo que ya ocurrió. Preguntémonos, ¿valdrá la pena discutir algo que no depende de nosotros y por lo tanto no es un asunto que podamos resolver?

Nuestro país lo que menos necesita es de más violencia o confrontación y por el contrario, a estas alturas deberíamos estar poniendo lo mejor de nosotros mismos para consolidar hacia un futuro cercano una cultura de paz y de concordia, pues ya suficientes daños y pérdidas causó la confrontación armada a nuestra sociedad. No, no estoy pidiendo que se ponga la otra mejía, sino estoy tratando de demostrar que el resentimiento en sí mismo es negativo y por consiguiente es mejor eliminarlo y no vivir más con él, mucho menos acrecentarlo.

¿Pero estaremos haciendo siquiera el intento? ¿No está a la vista que nuestros deseos o intenciones son solo del diente al labio y preferimos alimentar el resentimiento en otros para satisfacer un deseo irracional? Estoy seguro que esto último es lo que más vemos en Guatemala, aun sabiendo de su gran capacidad de destrucción.

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