Isabel Pinillos – Puente Norte
ipinillos71@gmail.com

La semana pasada presenté a los lectores el problema del coyotaje y su abordaje desde un punto de vista oficial e institucional, dentro de un contexto en el cual las redes que facilitan la migración internacional se han criminalizado, asignándole al personaje controversial del coyote, una gran carga de la culpa del problema migratorio de nuestros países.

El tráfico ilícito de personas es una práctica ilegal mediante la cual el traficante pacta con las personas o familiares de estas, a cambio de una suma de dinero, para transportarlas de manera clandestina a otro país. Es importante notar que en esta figura existe un consentimiento expreso de las personas que deciden usar estos “servicios”. En cambio, no se le debe confundir con la trata de personas, que implica que el traficante, mediante el uso de la fuerza o engaño, abusa de las personas para explotarlas económicamente, convirtiéndolas en esclavos, y claro, en contra de su voluntad.

En la medida en que nos acercamos a las comunidades y a las realidades sociales de donde provienen la mayoría de migrantes que deciden acudir a los servicios del “Coyote”, podemos ver condiciones de pobreza y pobreza extrema. Se observa un cuadro de covachas con piso de tierra en donde viven hacinadas hasta 10 personas. Ahí la mayoría de niños trabajan para el sostenimiento familiar y muy pocos deciden ir a las escuelas las cuales son disfuncionales. Los servicios públicos de salud y la seguridad son prácticamente inexistentes. En los lugares de donde provienen los flujos migratorios, especialmente en el altiplano del país, la única fuente de riqueza proviene en enorme porcentaje de las remesas, por lo que el “Coyote” no es visto como una amenaza sino como un salvoconducto, y se constituye como un procurador de servicios que los acerca al “sueño americano”. En algunas comunidades ocupa puestos públicos y la gente confía en él.
De ser así, ¿por qué entonces existe una opinión concertada entre los gobiernos y la opinión pública de que el “Coyote” es un criminal que debe ser penalizado sin consideración alguna? El sociólogo e historiador norteamericano David Spener parece tener una respuesta a esta interrogante, para lo cual sostiene que “esta fábula discursiva, sirve para incitar al ‘pánico moral’, y por ende legitimar el continuo bombeo de dinero [de Estados Unidos] hacia la frontera y el fortalecimiento del control migratorio, justificándolo bajo el nombre de seguridad interna.” (Clandestine Crossings, Migrants and Coyotes on the Texas-Mexico Border)
En su libro, después de entrevistar a cientos de coyotes, Spener descubre que los “Coyotes” y los migrantes provienen del mismo trasfondo cultural en donde coexisten para hacer frente a los problemas comunes derivados de la pobreza y situaciones de violencia estructural impuestas por el mismo Estado. Para Spener, la mayoría de “Coyotes” no son abusivos ni negligentes, porque saben que deben de tratar bien a sus clientes. El negocio que regresa es vital para el coyotaje, ya que el maltrato a los migrantes trae una muy mala reputación. El éxito de su empresa depende de su habilidad de ingresar de manera exitosa y segura a los migrantes hacia EE.UU.
Con estas ideas concluyo la otra visión del coyotaje, quizás menos abordada y conocida. De los coyotes se seguirá hablando, ya sea como traficantes que lucran a costa de las necesidades de las personas o como procuradores de sueños. No importando cuál sea su opinión, entre estos dos extremos sigue habiendo mucha tela que cortar.

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