No vale la pena entrar al detalle de lo que ayer dijeron Pérez Molina y Baldetti Elías, porque ambos centraron su defensa en un pobre ataque a la figura del Comisionado Iván Velásquez, lo cual puede entenderse como que no tenían elementos para desvirtuar los señalamientos concretos en su contra o como un desahogo y auténticas patadas de ahogado ante la abrumadora acusación formulada en su contra.

Los ciudadanos tenemos que centrar nuestro análisis sobre todo este proceso que estamos viviendo para entender la magnitud del desafío que se nos presenta. Las acusaciones formales, al día de hoy, son contra Pérez Molina y Baldetti como figuras del Partido Patriota que se prestó a la Cooptación del Estado por los poderes fácticos que, mediante el financiamiento de la campaña política, secuestran a las instituciones nacionales para ponerlas a su servicio. Entre esos poderes fácticos figuran desde los constructores sin alcurnia que han amasado fortunas en las últimas décadas, hasta rancios capitales que conservan sus privilegios e influencias mediante el pago de sobornos disfrazados de financiamiento a las candidaturas.

El inútil Tribunal Supremo Electoral, que aplaudió frenéticamente las reformas aprobadas por el Congreso, ha publicado su informe de los gastos de campaña de la última elección y de la lectura del mismo se desprende que no tienen ni la menor idea de lo que es el verdadero financiamiento de las campañas políticas. Su capacidad de fiscalización es absolutamente inútil porque se limita a lo que los partidos gastan en publicidad y a lo que los partidos les quieren informar. Pero no olvidemos que el TSE es producto del sistema, pues son electos por los políticos que se cuidan muy bien de no poner a nadie, léase bien, a nadie que tenga el menor ánimo de ir al fondo de la podredumbre. En la elección pasada, contemplada en ese informe, funcionaron exactamente los mismos poderes fácticos, oscuros y paralelos, financiando a los candidatos con las mismas mañas y los magistrados no saben ni qué pasó.

El tema de fondo, pues, es que no se trata de un vicio en el que incurrió únicamente el PP sino que el mismo se viene dando desde la misma apertura democrática, en 1985, cuando el fenómeno de la UCN encareció las campañas políticas al convertirlas en asunto de mercado y desde entonces cada elección se gana con chorros de dinero sucio que proviene de los contratistas y proveedores, así como de los lavadores de dinero que necesitan comprar protección, no digamos de medios de comunicación de origen espurio y todo eso es lo que tenemos que tener fijo en la mente.

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