Eduardo Blandón

Las circunstancias actuales en la que empresarios y políticos se han visto involucrados en redes de corrupción generan un ambiente malsano que es dañino para la salud social guatemalteca. Si consideramos que la sociedad es como un organismo, el ambiente contaminado que respiran sus pulmones, no pueden sino comprometer un futuro generador de vida.

Una de esas consecuencias inevitables consiste en la convicción de que los políticos son engendros de maldad. Esa idea sustentada tanto en las redes sociales como motivadas por los medios de comunicación social, es perniciosa porque desvalora un oficio que en sí mismo es fundamental para el funcionamiento de la sociedad. Eso provoca una ecología que desgasta y confunde la naturaleza de una actividad que podría ser provechosa para el país.

Igual discurso puede aplicarse para los empresarios que en la actualidad su sola mención provoca ronchas. Aunque la reputación de algunos está seriamente en cuestión, no se puede generalizar ni provocar una estigmatización gratuita. Se necesitan muchas personas con aspiración a la vida de negocios y los deseos de jugárselas financieramente para la generación de la riqueza que tanto necesita Guatemala.

Ese clima pernicioso no solo impide la serenidad necesaria para tener la cabeza fría y tomar las mejores decisiones, sino que es aprovechado por actores que viven de la anarquía, personajes siniestros que se ocultan en la multitud bulliciosa a costa del terror y el miedo. Por ello, es importante aprender a no hacerse eco del barullo para optar por escenarios en donde prive la sensatez.

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