Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.com.gt

Si algo debemos agradecerle al Caso de Cooptación del Estado es que muchas voces y personas que sabían cómo funcionaba el sistema y no decían nada, mientras ahora han alzado sus voces para escandalizarse del estado en el que se encuentra nuestro sistema de justicia.

El deterioro es evidente ahora, pero para nada nuevo. Todo lo que entra al sistema judicial es eterno, lo que entre otras cosas ha abierto tanto las puertas de la corrupción, porque es mediante esta que se logran acelerar un poco las cosas.

Pero ese sistema no llega a deteriorarse y a corromperse por casualidad, sino es la consecuencia de los acuerdos que grupos paralelos llegaron con los poderes fácticos de este país, para que la justicia fuera inútil, eterna y selectiva, con el afán de generar un manto de impunidad que los benefició por años.

Por eso era que antes no importaban las garantías (de hecho muchos de los que ahora las reclaman con todo derecho, decían antes que esas cosas eran de izquierdistas), como tampoco importaba que las cosas fueran eternas; valía gorro el hacinamiento en las cárceles.

Pero también hay que entender, sin justificarlos nunca, que hay sobrepoblación de presos porque muchos se inclinaron por delinquir ante dos factores: uno, la falta de oportunidades causadas por todos aquellos que se han armado con los recursos públicos y dos, que ser delincuente era (y sigue siendo en cierta medida) muy fácil porque todos los que actúan al margen de la ley, vieron la posibilidad de beneficiarse por los pactos que mencioné en el tercer párrafo de este artículo.

Pero lo que llama la atención, es que hay una sensación de que el Caso Cooptación del Estado, con todas sus aristas y sindicados, es más importante de resolver que el gran problema de nuestro sistema en general y del estado actual de las cosas.

Hemos dejado que Guatemala se deteriorara ante nuestra inmutable actitud e indiferente mirada. Esto que está pasando ahora, es lo mismo que nos puede pasar a todos si, por ejemplo, tenemos necesidad de ir a un hospital público en dónde no habrá insumos para atendernos. Quizá allí veremos el deterioro y el calvario que viven millones en este país, pero mientras eso no pase, el problema de los hospitales no nos escandaliza.

Se tendrá que morir algún vecino de las zonas 10, 14, 15, 16, Muxbal o Carretera a El Salvador para que nos demos cuenta. Pues eso es justamente lo que pasó con la justicia y el Caso de Cooptación.

Este Caso de Cooptación es tan peculiar, que ahora ya hay muchos que empezaron a compartir discurso con Baldetti después de que clamaban cárcel para ella, de que se indignaban de las actitudes de sus hijos y muchas cosas más.

Sí, hay muchas cosas que están mal en Guatemala y que deben cambiar, pero no deben cambiar porque algunos del círculo que nunca pensaron que podrían enfrentar la justicia están en trapos de cucaracha metiendo toda la carne al asador para librarse.

Guatemala debe cambiar porque nuestro futuro no tiene viabilidad con este sistema (en todas sus esferas) y en eso debemos concentrar nuestros recursos. Tanto derecho tiene el Smiley como cualquier sindicado de que se le respeten sus derechos humanos, pero el problema aquí es que se siente que acusar a alguien es no solo violar su inocencia, sino cruzar una línea que fue diseñada para nunca ser cruzada.

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