Juan José Hurtado

La expresión contaminación siempre me ha intrigado, y hace unos días decidí explorar un poco los diferentes tipos. Encontré una gran variedad: ambiental, visual, acústica, contaminación del suelo, del aire, del agua, lumínica, química, radioactiva y muchas más. Entre las que más me molestan está la visual, así que decidí escribir sobre este fenómeno tan difundido en el mundo moderno terriblemente competitivo y comercializado.

Comencé a escribir sobre la misma hace pocos días. En estos días, en uno de los periódicos matutinos leí el excelente artículo de mi entrañable amigo el doctor José Barnoya, y mi reacción inmediata fue no escribir más. Sin embargo, pienso que el tema es tan importante que la repetición es absolutamente necesaria para ayudar a despertar la conciencia ciudadana sobre este fenómeno creciente, tanto en el área urbana como rural.

Tuvimos la suerte desde muy niños, que nuestros padres nos llevaron a pasear a los pocos parques urbanos y a entornos rurales aledaños. El aire limpio, el paisaje bello, lo verde y las flores desde temprana edad fueron parte de nuestra educación y hasta la fecha me impresionan mucho. Un bello paisaje me deleita. Aún recuerdo los paseos en bicicleta al cercano Río de Las Vacas y los alrededores de Chinautla. La Finca “El Zapote”, el parque Morazán, la Avenida del Hipódromo del Norte, la Avenida Elena bordeada y sombreada por bellos árboles. Crecí en una familia que hacía los días domingos “días de campo”. Hasta donde recuerdo, no existía en ese tiempo mayor contaminación. Más adelante nuestros fines de semana, libres de contaminación de todo tipo, fueron en San Juan Sacatepéquez y en el Lago de Amatitlán. Desgraciadamente he sido testigo del avance incontenible de todo tipo de contaminación en esos bellos entornos.

Indagando qué es contaminación visual, he precisado que es uno de los muchos tipos que se describen, algo que entra por la vista. En la Web está definida como una forma de contaminación que parte de todo aquello que afecte o perturbe la visualización de una zona o un sitio, o que rompa la estética del paisaje. Esta contaminación es en nuestro país terriblemente invasiva, atentatoria al paisaje y a la seguridad. Nuestra patria, que se ha caracterizado por el maravilloso entorno y ha sido promocionada como “el país de la eterna primavera”, está siendo contaminada terriblemente, en forma incontenible y no quisiera pensar que también de manera irrecuperable.

El número de afiches, rótulos luminosos y anuncios comerciales, vallas publicitarias gigantescas, grandes pantallas electrónicas publicitarias, nudos de cables conductores de energía eléctrica y de trasmisión televisiva, torres telefónicas, antenas, etc., es impresionante al recorrer la ciudad. Toda esta cantidad de elementos en gran medida son distractores para los conductores de vehículos y eventualmente causa de accidentes de tránsito. Para los que no conducen un vehículo, son estímulos visuales probablemente no saludables y estéticamente para algunos, desagradables. Afean el paisaje urbano…

Salir fuera de la ciudad es estar sometido a estímulos similares y con mucha frecuencia se da una obstrucción del paisaje maravilloso de nuestra patria, especialmente en la proximidad de bellos volcanes, lagos, bosques, etc. También son un distractor peligroso para los conductores de vehículos y posiblemente generadores de accidentes.

Con frecuencia, en mi ejercicio profesional médico, parecería que el estrés, las cefaleas, el decaimiento, los dolores musculares y otros síntomas variados están relacionados con el estímulo innecesario producido por la contaminación visual.

Todo lo anterior se multiplica en tiempo de elecciones con la propaganda política ad nauseam, pues no perdona paredones, piedras, postes, árboles y pavimentos. Es lamentable observar en algunas carreteras vallas publicitarias de políticos que fueron candidatos a un cargo de elección popular en las elecciones del año pasado.

La pregunta que surge de inmediato es: ¿Existen normas que regulen la publicidad comercial? Creo que es el tipo de contaminación visual con más abuso de tamaño, orden y distribución, tanto en la ciudad como en las carreteras. Si tal reglamentación existe, la otra pregunta es: ¿Por qué no se cumple o se obliga a su cumplimiento?

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