Juan Jacobo Muñoz Lemus

Por mala educación, crecí con ideas difíciles de desechar.  No lo hice solo, tuve mucha ayuda; y me quedé enganchado con el exterior.  Creí que solo ciertos pensamientos y sentimientos eran válidos, pero he ido descubriendo que todos son míos, los que me gustan y los que no; son parte de mi naturaleza, y decirles que no sería locura.

Superar circunstancias políticamente correctas requiere inteligencia global; ser persona individual y no amoldada. Pero he escogido a la gente cercana, solo por contigüidad; y cuando ha costado que me escojan, he manipulado la aceptación.  No es fácil soltar y quedarme solo; y como un niño que se hizo viejo o un viejo que parece niño estoy coludido con un mundo que privilegia origen, dinero y favores; y que tolera autoridades insensibles, crueles e incompetentes.

No debería defender nada y estar abierto a todo, por haber en todo una partícula de verdad. Como bien se sabe, nada se sabe bien; pero quiero tener opinión. Si hablar no fuera gratis, diría menos estupideces, pero soy como los críticos que nunca han hecho lo que critican.

Trato de explicar todas mis sensaciones para no sentirme un loco, y con mis explicaciones parezco loco. Mis historias siempre están mal contadas. Tal vez no valga la pena decir más, el mundo está lleno de palabras.

Como cualquier ser vivo, respondo con mis facultades y creo que es inútil intentar ser lo que no soy.  Me duele desencajar y procuro encajar en el mundo; así que me verán por allí con intelectuales y moralistas de café.  Soy así, armo vínculos sin vincularme por mi mala identidad.

Dinero, salud y amor es un orden mezquino; y preocupado por cómo me veo, olvido para que soy. Me he vuelto un experto en justificar, defender y cuidar lo que hago mal. Vivo la paradoja de meterme en cosas que no quiero y, me acosan la necesidad de estar metido en algo y la angustia de no sentirme algo. Y así como ahora, psicologizo mi vida cuando me está cayendo encima.

Con frecuencia restriego a la gente las cosas que aprecia de sí misma; nada como hacer leña del árbol. En la otra mano, busco cosas que hacen crecer lo que aprecio de mí, aunque no sea lo mejor de mí.

Encaprichado con la necesidad de darme la razón no intentó cosas nuevas y me estanco en formas fáciles e inútiles que hago con la zurda y hasta con los ojos cerrados; y todo se vuelve una locura cuando me poseen influjos y me dejo llevar por impulsos. Son mis zonas cómodas que me hacen experto en no pasar la página de un libro que trata de un hombre básico y un destino a veces trágico.

A la consigna humana de que se hace lo que se puede, debo sumar que en el mundo no corren buenos tiempos para el alma, que la vida está fuera de mi control y solamente sucede. Por eso, y aunque sé que todo lo que digo ya se sabe, y que a la modernidad las antiguas verdades le parecen cursis, hablo de ellas porque son ciertas.

Quiero reflexionar y regalar lo reflexionado, sin miedo a ego extinguirme y con afán de ego reducirme. Reconocer en paz mis defectos, que al fin y al cabo también son parte de mí.

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