Alfonso Mata

¿Se puede ser saludable en un mundo enfermo? ¿Qué clase de ambiente vamos a legar a nuestros hijos? En las regiones montañosas o en las zonas costeras de nuestro país, la vida a los campesinos, apenas les alcanza para sobrevivir y ocasionalmente les sobra algo para vender, y sus técnicas de cultivo con frecuencia degradan los suelos. Los que migran a las ciudades, no cantan mejor las rancheras y llegan a producir la suficiente contaminación como para pasarla mal y reducir su esperanza de vida. A todo ello se suma con persistencia, la contaminación de la industria y la minería.

No obstante, lo anterior, por ningún lado, en ningún proyecto de los que se pretende implementar, veo un enfoque ecosistémico de salud humana, entendido como la población con sus recursos y sus programas, con apropiación y metodología, para proteger sus ambientes. Más bien se habla, se implementan acciones dentro de cuatro paredes, para activar, a altos costos, una cantidad de mecanismos de combate contra daños, no de prevención de situaciones. Tampoco veo ambientalistas, urbanistas, agrónomos, ingenieros, biólogos y sociólogos, trabajando juntos al lado del pensamiento médico, en un plan nacional, previniendo situaciones catastróficas, que a diario se dan y se plantean, producto de esos nexos inextricables entre los humanos y su medio y que culmina con enfermedad.

Las políticas de salud persisten, una y otra vez en enfocarse en la enfermedad. Centenares de millones de quetzales se vuelcan y asignan a medicamentos, aparatos e instrumentos. Es muy difícil extraer a los políticos y donantes de esa ecuación, que da publicidad e imagen pública, en contra de la prevención ambiental, que no la da, y lo más triste del caso, el pueblo y los medios exigen ese rumbo, sin percatarse que eso no permite el desarrollo humano sostenible y ello a pesar de que el manejo del ambiente, aparece en las conferencias mundiales, como central en la salud de los pueblos.

Lo que si constituye una verdad es que el egoísmo de unos, la ambición de otros y la ceguera de todos, cada vez compromete más la capacidad de las futuras generaciones. Las agendas mundiales han reconocido la conexión entre la pobreza y el subdesarrollo por un lado, pero también entre la protección del ambiente, el manejo de recursos y sin embargo, las acciones al respecto se ignoran o se minimizan; no hay un plan de nación donde se crucen los dominios de la salud, el ambiente y el desarrollo y que contemple el manejo de tóxicos que se vierten a diestra y siniestra, el manejo adecuado del agua, del aire; no existen prácticas de salud pública laborales y ambientales adecuadas y se sigue fomentando la práctica biomédica, basada en el método diagnóstico terapéutico de patologías específicas que, insisto, dejan imagen política más que soluciones y dañan la economía nacional y de la gente y eso, a sabiendas de que la biomedicina, no tiene en cuenta ni afecta las conexiones entre la enfermedad y factores socioeconómicos y ambientales, tales como la pobreza y la desnutrición, que se repiten y mueven entre la enfermedad y el ambiente donde vive y trabaja la gente; tampoco es capaz de afectar e impactar en los factores culturales asociados al riesgo, al alto riesgo ambiental y la vulnerabilidad de los grupos. Ni tan siquiera sabemos cuántas personas mueren y se enferman por causas relacionadas con el ambiente. Aun hablamos de muerte por diarrea o neumonías, como eventos patológicos, cuando sus causas son ambientales. Solo para poner un ejemplo, la OMS estima que entre el 80 a 90% de los casos de diarrea, son causados por factores ambientales; que entre 2,000-3,500 millones de personas en los países subdesarrollados, usan combustibles que emiten gases y cuyo consumo, alimenta enfermedades pulmonares.

Por tales razones, constituye una utopía y una pérdida de dinero, creer que con soluciones biomédicas y de sus crisis, se puede mejorar el bienestar, la salud y las condiciones de la gente. Esta falacia, tarde o temprano, nos pasara factura, si no nos abrimos a nueva forma de hacer salud, atender el riesgo y prevenir la vulnerabilidad. La salud humana depende enormemente de la calidad del ambiente, en que la gente vive y trabaja.

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