Alfonso Mata

Cada cuatro años debemos escoger unos cuantos cientos de personas dentro de miles. El componente crítico de esta selección, se espera que sea una evaluación razonada y reflexiva del «potencial» de los candidatos. No basta con la educación que tienen, ni tampoco con la solvencia moral con que viven, se necesita estudiarles su conocimiento, habilidades y actitudes.

Hace unos días, conversando con una señora, le pregunté por qué había votado por D para ser alcalde y me contestó:

– Porque le daría a mi hija el puesto de…
Pero si usted me contó que su hija no llega ni a tercero de básicos -le repliqué.

– ¡Por eso! -fue su respuesta.

Nunca haremos nada, si no ponemos eficiencia, exactitud y efectividad en lo que elegimos y nos dejamos ir por instintos, deseos e intereses, sacrificando la capacidad humana de lo que nos podría sacar adelante: Inteligencia fluida, capacidad de memoria operativa, atención ejecutiva y un buen control inhibitorio ¿cuántos funcionarios poseen estas cualidades?

Una inteligencia fluida, es aquella que refleja la habilidad para pensar y desarrollar soluciones, aún en aquellos casos en que no se está familiarizado con un problema. Memoria operativa, es una función cognitiva, que permite a los individuos tener almacenada información en la mente y al mismo tiempo, manipular esa y otra información. La función relacionada con la atención ejecutiva, es la capacidad para evitar el «secuestro de la atención» por eventos internos y externos a la persona y de esa manera, evitar el control arbitrario de algo. El control inhibitorio implica la capacidad de resistir las distracciones y ambiciones y controlar la respuesta de uno.

Sabiendo lo anterior, haga el siguiente ejercicio: póngale atención a la presentación y actividad pública realizada por los funcionarios que dirigen el Estado o su comunidad, anote en el papel esas cualidades y califique si se cumplen en la persona, añádale a eso lo moral de sus acciones y tendrá la calidad del funcionario en sus manos.

Lo quiere indagar más, califique sus errores y sesgos cognitivos, o sea la forma de pensamiento reflexivo que puede producir, sus errores en el juicio o en la toma de decisiones o si produce desviaciones en la utilización de normas o estándares normativos. Entonces tendrá el cuadro completo de los que le gobiernan y podrá evitar el nivel de generalidad en que usualmente se conduce la discusión sobre alguien. También puede indagar si tiene habilidades espaciales o sea a capacidad de comprender (incluso la propia) la relación espacial de una situación con otra y hacia otra dentro de un entorno y comprender la figura que de ello se deriva.

Si su funcionario pasó todas esas pruebas, aún puede fallar en: trabajo en equipo y cognición bajo presión (reactividad defensiva, regulación emocional, rendimiento bajo estrés) en otras palabras, como se comporta en situaciones que provocan emociones fuertes.

Si su evaluación de alguien fue buena en todo lo anterior, le queda un último rubro por calificar: capacidad para adaptarse y acomodarse a estados cambiantes (interpersonales, culturales, a tareas impredecibles) y finalmente estudiar su capacidad inventiva, o sea la capacidad de pensar de forma innovadora y producir ideas de alta calidad y tareas, acciones e intervenciones apropiadas, que se incorporan a la resolución de problemas.

Con esos criterios en mente, papel y lápiz, sentado cómodamente, usted puede calificar ya en los primeros cien días de gobierno (QUÉ ES LO QUE SE DEBERÍA DE CALIFICAR) la capacidad de diputados y alcaldes, de los funcionarios públicos, para enfrentar la situación nacional. Dentro del esfuerzo que yo ya hice, me parece que menos de una mano de casos pasan el examen, examen que lamentablemente se debería hacer al principio y no al final de un período presidencial (gran error y debilidad del voto). Estoy empezando a creer, que por ley, al final de los 100 días, todo funcionario debería ser examinado (por supuesto que por la sociedad civil) bajo esos criterios y si no pasa la prueba, ser retirado del cargo que ocupa.

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