Francisco Cáceres Barrios
fracaceres@lahora.com.gt

Si algo se trajo al suelo la poca popularidad que Pérez Molina tuvo al inicio de su mandato fue su afán desmedido de manipular el criterio de la población. Vivió desde el principio proyectando por las cámaras de la televisión y de la fotografía una imagen que no era propia, puesto que si poníamos en la balanza los miles de millones de quetzales que se gastaba en impulsar una imagen falsa y mentirosa y la obra que efectivamente realizaba, el peso siempre caía exageradamente sobre el lado de la falsedad y de las apariencias. Y esa misma sensación se produjo el pasado fin de semana entre la población cuando el presidente Morales evaluó su gestión de 100 días, pues para empezar, ni siquiera cuenta con un parámetro contra el que pueda medirse su progreso, desarrollo o al menos pequeños logros en el ejercicio del poder.

De ahí que esté preguntando ¿es que vamos a seguir en las mismas? ¿Vamos a asegurar que con la donación de medicinas que gestionó para los hospitales y centros de salud del Estado se solucionarían los problemas que todavía subsisten en los mismos? En esos sitios sigue haciendo falta de todo, desde personal dispuesto a trabajar, sin tomarse abusivamente feriados que no les corresponde; mucho menos del necesario equipo en buen funcionamiento, instrumental, medicinas y suficientes alimentos para atender la dieta de los pacientes de manera adecuada y conveniente. Ya no es tiempo de asegurar que con los operativos realizados por la excelente labor del Ministerio Público, la paz social ya retornó a las familias guatemaltecas, cuando no hay chapín que no siga andando con la camisa levantada por el cúmulo de delitos que se cometen a plena luz del sol, no digamos en la obscuridad de la noche, por falta de entrenamiento y capacitación de la PNC y de vehículos en buenas condiciones de funcionamiento.

Para ser sincero, yo hubiera preferido que don Jimmy nos dijera que está haciendo la lucha y que con muchas ganas está trabajando para salir avante. También que hubiera reconocido que a pesar de haber llegado a la Presidencia sin un plan de trabajo bien delineado, está haciendo hasta lo imposible por cumplir con los deberes de un presidente que busca satisfacer al pueblo que lo llevó al poder, para que su administración sea proba y eficaz como dispuesta a atender tantas necesidades y carencias que nos caracterizan y, sobre todo, que está combatiendo, con pruebas en la mano, la corrupción y el desmadre en que encontró la administración pública corrompida hasta sus cimientos. Más vale pecar de prudencia que de arrogancia, me aconsejaba de patojo un mi maestro.

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