Juan Jacobo Muñoz Lemus

Vino a visitarme este amigo de toda la vida. Nuestra relación ha sido un ir y venir de coincidencias e inconsecuencias, pero esta vez quería decirme que está en paz y que no le sabe a sentirse vacío como temió en algún tiempo. Me dijo que buscó fuera de él sin encontrar lo que quería y procura ahora una ruta interior. Ver hacia afuera es hacer trampa, me dijo, es fácil descalificarlo todo y tener razón.

Me consta que ha intentado muchas cosas, algunas bastante caprichosas, pero, no porque se haga lo que se hace significa que esté bien hacerlo así. Sin duda hay que cuidar y vigilar que la cosa que se ve no sea más que la cosa en sí misma; y buscar que no importen más las formas que los contenidos y que ser no sea más que significar.

Lo recuerdo de joven a mi amigo, enjundioso y absoluto; ahora está en un segundo hervor, pero en su primer fervor. Lo veo encarnando desde lo fundamental, desde su esencia natural e íntima, y dejando atrás toda la parafernalia del exterior que tanto tiempo le quitó a él, como a todos. Esa, a la que tanto se sigue y que hace tanto daño. Es como si viendo en su corazón estuviera saliendo del letargo y la disociación; y sin satisfacer el ego y la ambición de cualquier tipo, construye su propia ética.

Descubrir que no tiene control de nada fue una crisis y una liberación de la carga a la vez. Eso le llevó a estar solo consigo mismo; aunque siga lidiando con gente. También es cierto que tantas épocas depresivas tuvieron su efecto. Ahora se ubica fuera de las demandas y ofertas del mundo; pero sabe que si lo gritara a los cuatro vientos se escucharía ridículo, porque lo que le pasa es algo suyo y no una noticia que divulgar. Cada quien debe encontrar su camino sin creer que es el mejor, y sabiendo que es solo un camino más, pero propio.

Dice que a riesgo de parecer loco, se ha concentrado en ver dentro suyo; digamos que busca armonía con su alma; esa que late y siempre está viva en el inconsciente y que se aparece en sueños o en síntomas cuando llega la necedad. Dejó las francachelas y estima que un amigo es quien lo ayuda a encontrar sentido a las cosas y lo acompaña en sus revelaciones. Sabe que no tiene control de sí mismo y se esfuerza por intentar ser quien cree que puede llegar a ser. Pienso dentro de mí que tiene tiempo para eso, digamos, lo que le queda de vida.

Lo que me gusta es que ha renunciado a su pretendida inteligencia como un talento; y ahora la ve como herramienta, nada despreciable si se sabe utilizar. El talento tiene que ver más con la sensibilidad y con atreverse a lo desconocido, al misterio y a todo lo que pueda reducir el ego. Su conocimiento se volvió pequeño, casi invisible y ahora aprende de sus errores; el más notorio, haber querido pasarse siempre de listo.

Sin creencias ni ideologías se libró de la tentación de dar lecciones de nada, aunque tenga convicciones que sin duda demostrarán su error con el tiempo como todas las anteriores. Al menos no se siente en la capacidad de explicar nada.

Yo tampoco creo que eso se pueda; el universo es inconmensurable y el inconsciente es infinito.

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