Francisco Cáceres Barrios
fracaceres@lahora.com.gt

Me dio mucha risa leer en un matutino que en el Día del Trabajo los manifestantes iban a pedir respeto para los sindicatos. ¡No hombre! El respeto ni se pide ni se exige, simplemente ¡Se gana! Y eso es lo que no han hecho desde hace mucho tiempo. A lo que se han dedicado es a tender la mano con la palma hacia arriba para decir que les gustaría ganar más, tener mejores condiciones de vida, quejarse porque hay pocas oportunidades para trabajar, como que el salario mínimo no es suficiente. ¿Pero qué han hecho los sindicatos a favor de la clase trabajadora en general?

No hablo de los del sector magisterial ni del montón de sindicatos del Congreso, ni de tantos más de la administración pública que lo que menos hacen es favorecer a la sociedad en que viven sino solo ven sus propias conveniencias. Porque todo eso de ganar más y vivir mejor solo se logra a base de esfuerzo propio, de estudio, de mucho sacrificio, acompañado de intensa dedicación y tesón para salir avante. En cambio, nunca faltan los falsos líderes que, aprovechándose de los demás, le han condicionado a los políticos prebendas para recibir a cambio votos en las elecciones. Eso no es sindicalismo, mucho menos una postura digna y constructiva.

Mientras tanto, ¿qué pasó con el régimen de seguridad social, conquista de la Revolución de Octubre y de la aplicación correcta y apropiada del Código de Trabajo, también producto de esos buenos tiempos? ¡Nada! En mi mesa de trabajo tengo fotocopia de la resolución dictada por la Junta Directiva del IGSS para don Jorge Venancio Jiménez Rivera, solo de muestra, porque igual a ella hay muchísimas más, en que se le niega su derecho a ser pensionado por el riesgo de vejez, gestión hecha desde mucho tiempo atrás, la que se le denegó porque debió haber aportado 228 contribuciones y él solo llegaba a 202, pero, al interponer el recurso de apelación, resultó que “del aire” surgieron once más hasta terminar diciendo que todavía le faltan quince para acreditar su derecho.

Insatisfecho por la pésima y burocrática administración del IGSS, el reclamante tuvo que acudir a los tribunales de Trabajo, pues según sus constancias él sobrepasó el mínimo de 228 contribuciones pero, estas son las horas que ni te vi, ni me acuerdo y como si se pudiera vivir del aire ahí está don Jorge Venancio trabajando día y noche en su oficio de carpintero para no morirse de hambre. ¿Así las cosas, los sindicatos en vez de exigir con energía y tenacidad el cumplimiento de las leyes del país seguirán solo pidiendo respeto para ellos mismos?

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