Dra. Ana Cristina Morales

En ocasiones al conformar una relación de pareja las personas en la fase de enamoramiento dejan de percibir razones y de ver realidades. La pasión turba el juicio, la relación se establece y las consecuencias se dejan venir. Comparto una pequeña historia de lo que considero un desatino amoroso.

El y ella se conocen por el azar de la vida dentro de un hospital psiquiátrico. Ella, se llama Alegría, quien a manera de paradoja, ha padecido episodios profundos de tristeza, los cuales provocan desconcierto para sí misma y para quienes la rodean. Él, Julián, empresario de oficio y con el don de la posesión de una inteligencia privilegiada. Cursa con la idea fija de ser perseguido, no asume su sentimiento de vulnerabilidad y siempre encuentra personas de las cuales cree que desearían lastimarlo.

Él desde su impotencia pretende protegerla a ella. Ella se imagina estar protegida. Los dos, se sienten amados y correspondidos. Todo se encuentra en sus inicios y al parecer va bien. Se observan sonrientes, amables e irradian ese ánimo a su alrededor.

Los dos se gustaron en tan solo un momento. A él le gustó ella por sus ojos, su cadera candente y también, por su desprotección. A ella le gustó él por su sonrisa, su sentido del humor, por la elocuencia de su mirada. Al observar dentro de esta el reflejo de la imagen de sí misma.

Las familias de los enamorados miraron con desacuerdo y desprecio esta nueva relación. Ya que ella y él se conocieron por infortunios compartidos. Ella, ingresó al hospital por no desear más la vida e intentar segarla; él, no se encontraba cuerdo, se sentía perseguido, y pensaba que algunas personas fraguaron una trama escabrosa para perjudicarlo. Sin embargo, no les quedó ninguna posibilidad de objetar. Además, ninguno de ellos buscaba consentimiento.

Fueron felices hasta hoy, hasta que llegó el mañana, con la desesperanza y la tristeza, la aflicción, el miedo y la desconfianza, las cuales, les constriñeron. Por lo cual, azotaron con fuerza a ese amor incipiente.

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