Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt

Con pelos y señales, el Ministerio Público y la CICIG destaparon la forma sucia en que se tramitó el negocio de la Terminal de Contenedores de Puerto Quetzal, a punta de mordida como se hacen muchos negocios en Guatemala. Pero no había terminado de escucharse el eco siniestro de una conferencia de prensa que desnudó cuán profundo es el agujero de la corrupción en el país, y ya se empezaron a escuchar las primeras voces clamando para que ese trinquete asqueroso sea olvidado a efecto de que la empresa portuaria pueda disponer de facilidades para los exportadores e importadores.

El fin justifica los medios y a juicio de una partida de cínicos que presumen de pragmáticos, hay que pasar la hoja, olvidar el trinquete y las coimas, para permitir que los españoles que participaron dolosamente en el juego de la corrupción sigan adelante como si nada. Así como llama la atención el misterioso silencio de muchos medios de prensa españoles que no se han dado por aludidos de la captura de un compatriota suyo en Guatemala, como no se dieron por enterados del asqueroso papel que jugó el entonces Embajador de España para facilitar el sucio negocio, impresiona también la forma expedita en que se pronuncian los mismos que en su momento se prestaron a la conferencia de prensa que montaron Pérez Molina y los españoles para justificar el negocio, sobre la supuesta base de la modernización del país.

El país se va a modernizar cuando aprendamos a vivir con decencia y respeto a la ley. Todo lo demás es consagrar la piratería como patente de corso, y es precisamente lo que hacen empresarios a los que no les hace ningún problema que haya corrupción porque lo único que les interesa es que haya oportunidad de hacer negocios. De qué nos sirve tener puertos si la construcción de los mismos es a base de podredumbre que hunde al país.

Nadie puede pensar que los españoles pagaron jugosas mordidas, más de 30 millones de dólares, para hacer un negocio en el que ajustarían su ganancia a lo razonable y que lo hacían interesados en ofrecerle una oportunidad a Guatemala. Mamolas, diría mi abuelo. Junto a la mordida negociaron condiciones que les permitieran ganancias desproporcionadas porque así es como se ha negociado todo en el país. Así se han obtenido las licencias para construir generadoras eléctricas, mediante mañas en las que pagaron comisiones a las autoridades para luego despacharse con la cuchara grande. Así se vendió Aviateca y Guatel, complaciendo a los que clamaban contra las empresas estatales y a quienes importó poco el moco que se embolsaron los privatizadores porque, otra vez, el fin justifica los medios.

Guatemala no tiene futuro, y no sólo porque la población es indiferente. Sobre todo porque los sectores dominantes no muestran ningún asco ante la corrupción sino que la toleran mientras les facilite seguir creciendo con sus negocios. Es una vergüenza ver que haya gente que, en nombre de la modernidad y competitividad, descaradamente se haga babosa de la corrupción. Pero, obviamente, estamos hablando del juego que todos juegan.

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