A pesar del escándalo generado por el caso TCQ, en el que, al menos 30 millones de dólares habrían sido utilizados para la compra del favor político, hay voces empecinadas en pedir que se mantenga el negocio por el “bien del país”.

Eso es como dejar que un secuestrador se quede con el dinero que cobró, que se le permita a alguien mantener un carro que compró sabiendo que era robado o que al ladrón de la billetera se le lleve a la cárcel pero se quede con ella.

Simplemente ese discurso pinta a quienes lo están utilizando como los mismos que se han beneficiado de este tipo de tratos y pactos con políticos y es por ellos que el país termina estando como está.

Parece cómico que haya quienes pidan que se honre un contrato construido en el delito y en el irrespeto de todo un país, pero que por seguir siendo de interés para algunos bolsillos que nunca se terminan de llenar, todos tengamos que agacharnos para que las “reglas claras” se mantengan. Es el mismo discurso con que se mantuvo la privatización de Guatel, el pago de deuda flotante, la entrega de las frecuencias de celulares, la venta de Aviateca, las licencias en electrificación, etc. Ya no más.

El soborno hace nulo, ipso jure, todo lo negociado entre los corruptos españoles, apañados por su embajador, y el corrupto gobierno de Guatemala. No puede subsistir un negocio jurídico con origen tan espurio, aunque la modernización portuaria sea urgente para el país.

El puerto no es de los empresarios, ni de los políticos y mucho menos de los voceros de ambos que vienen a tratar a la opinión pública como que fuera idiota por no comprender su “visión”. La corrupción no les importa, porque para ellos el fin justifica los medios y la corrupción es un incidente de poca monta para sus mentalidades.

El problema es que todos ellos, acostumbrados al uso del tráfico de influencias, a la compra de políticos por medio el financiamiento de campañas y a hacer millones pasando la “coima” al jefe de turno, olvidan que esa visión es la que ha mantenido a millones de guatemaltecos muriendo de hambre porque su propuesta “visionaria” y corrupta no toma en cuenta intereses de país o del pueblo.

No puede seguir ese sucio contrato y es tan sencillo y válido pensar que en caso se mantenga, será que habrá otras 30 millones de razones en moneda estadounidense con la que hayan justificado la decisión. Hasta los defensores del tramposo acuerdo sabrán que corrió pisto en abundancia si esto sigue adelante.

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