Grecia Aguilera

Gracias a la Real Embajada de Noruega en Guatemala se realizaron dos distinguidos conciertos de música clásica los días 5 y 7 de abril de 2016. El primero en el Teatro Dick Smith del IGA y el segundo en la Residencia del Excelentísimo Señor Embajador de Noruega, Jan Gerhard Lassen. En ambos conciertos participaron el violinista Jesús Reina de España, la violinista Anna Margrethe Nilsen de Noruega y la pianista Olena Blahulyak de Ucrania. Dentro del selecto programa musical, interpretaron obras de reconocidos compositores. Inicialmente Anna Margrethe Nilsen ejecutó de una forma susceptible, lírica y perceptiva la ‘Sonata en Re Mayor Opus 94’ de Sergei Prokofiev, donde logró definir musicalmente la personalidad del compositor, quien luchó por mantener viva su obra en aquellos tiempos de la Unión Soviética. Y más adelante, interpretó también con ímpetu dos de las ‘Danzas Noruegas’ de Johan Halvorsen, inspiradas en la música folclórica escandinava. Luego el turno fue para Olena Blahulyak, quien ejecutó con intensidad y emoción el ‘Preludio en sol menor Opus 23 No.4’ de Sergei Rachmaninoff. Con elegantes movimientos dirigió sus manos hacia las teclas del piano, que dinámicamente parecían acoplarse a sus dedos con gracia natural. De igual forma, con dulzura y originalidad ejecutó ‘Érase una vez’, ‘Tarde de Verano’ y ‘Troll pequeño’, composiciones que pertenecen a las ‘Piezas Líricas Opus 71’ de Edvard Grieg. Para finalizar el concierto, el virtuoso violinista Jesús Reina interpretó magistralmente la ‘Sinfonía Española en Re Mayor Opus 21’ del compositor francés Édouard Lalo. Junto a mi esposo Carlos-Rafael Pérez Díaz esperábamos impacientemente su entrada. Yo deseaba sentir en mi corazón esas primeras notas, que marcarían el inicio de tan sentidísima obra. Llegó el momento y como imaginé, así de súbito con forjada inspiración, comenzaron a fluir esas primeras notas que auguraban la grandiosidad de su interpretación. Así surgió la música, que de pronto se detenía casi como en una caricia y luego brotaba de nuevo sosegada, constante, resonante y magnífica. Jesús Reina demostró su maestría para tocar el violín y su vibrato vivo y enfático conquistó los aplausos de un público desbordado de emoción. El maestro posee un gran carisma y al preguntarle qué es lo primero que recuerda de su niñez responde de inmediato: “Me contaba mi abuelo que cuando yo tenía 2 años mi juego favorito era imaginar ‘que tocaba el violín’ utilizando dos perchas. Al poco tiempo tenía en mis manos un pequeño violín.” Considerado niño prodigio, Jesús comenzó a recibir clases de violín a los 4 años de edad y a los 6 años debutó con el maestro Octav Caleya. En el año 2013 fundó junto con Anna Margrethe Nilsen el “Festival Internacional de Música de Cámara: Málaga Clásica”. Con orgullo nos revela que fue alumno de Yehudi Menuhin y Pinchas Zukerman. Pienso que Jesús Reina ha sabido fusionar el estilo musical de estos grandes intérpretes con el suyo propio, sumando también su admiración por el célebre Jascha Heifetz. Las dos veladas musicales me recordaron mi poema “En Nombre de la Música” que figura en la página 70 de mi libro “Exégesis del Alma” y manifiesta: “En nombre de la música/ sea mi espíritu/ raigambre del alma/ éxtasis embeleso/ acariciante terciopelo/ vehemente y delicada/ vestidura de mi piel./ Sea mi corazón armonía/ dúctil plumaje mis mejillas/ tímpano mi tez en madrugada./ En nombre de la música/ sean mis ojos perspectiva/ luciérnagas errantes/ irisación prisma y alianza/ matiz tornasol de esperanza./ Sea mi hálito un canto/ copla himno plegaria/ salmo en tifón de alabanza./ Sea mi cuerpo iluminado/ panorama antífona paisaje/ luminar fruición quintaesencia/ el todo absoluto/ en nombre de la música.”

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