Isabel Pinillos – Puente Norte
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“La única patria que tiene el hombre es su infancia.” – Rainer Maria Wilke
Para la mayoría de personas, la niñez es un momento único en la vida en donde no existe el ayer ni el mañana, solo el presente. Para ser feliz, basta con el calor del hogar, tener pan en la mesa y descubrir el mundo a través del juego y de la imaginación.
Lamentablemente, no todos los niños gozan de ese derecho; entre ellos, los que están en movimiento se encuentran dentro los más vulnerables. Han partido porque un estado que no logra proveer salud, educación y seguridad a los más pequeños es uno que le ha dado la espalda.
La historia de la niñez migrante no es una historia para niños. Es desgarradora y muy cercana al corazón de un pueblo. En el triángulo norte está afectando a miles de menores –guatemaltecos, salvadoreños y hondureños– que emprenden un viaje no apto para ningún ser humano. Sólo de Guatemala, se dice que salen 300 al día.
La migración originada por la pobreza, la falta de salud, educación y seguridad expone a miles de niños a grandes peligros. Mientras que unos viajan con sus familias, muchos lo hacen sin compañía, en un universo en donde deberán lidiar con policías, coyotes, traficantes y secuestradores.
Pienso en una chiquilla de diez años, viajando sola a través de México. Trato de imaginar las distintas pruebas que deberá enfrentar: soportar las quemaduras del sol, la deshidratación, la sed y el hambre, el frío de dormir a la intemperie, confiar en una mano desconocida, sentir la adrenalina que causa el temor de subirse en un tren en movimiento, ver los rieles pasar a gran velocidad debajo de sus pies, proteger de manera constante su pequeño cuerpo cansado, sus pies ampollados, y evitar ser violada. Cada kilómetro sobrevivido le habrá robado a la niña para siempre, hasta convertirla a golpes en mujer.
Las imágenes de este drama calificado como una crisis humanitaria, fueron captadas por el fotoperiodista Esteban Biba, durante un recorrido que en 2014 realizó por los estados mexicanos de Chiapas y Oaxaca. La exposición fotográfica decidió llamarla «Niñez sin País» porque los países, “no cumplen la labor para la que fueron creados, de velar por el bien común y porque muestra la trayectoria de niños y niñas desde un país que no los cuida, hacia otros que los violentan constantemente”. Es decir, son huérfanos de patria para llegar a otra en donde no son bienvenidos.
Les recomiendo visitar la exposición “Niñez sin País” en Casa Ibárgüen, (7 av. 11-66 de la zona 1) abierta al público hasta el 29 de abril. Esta es una presentación organizada por la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) con el apoyo de USAID, para hacer visible el tema de atención y asistencia a niños, niñas y adolescentes migrantes no acompañados y los retornados a Guatemala.
Al ver las imágenes mudas de esta realidad tan frustrante, apreciamos a dos chicos colgados de “la Bestia” como si fuera columpio, una joven madre caminando con un bebé en brazos, un niño apretando la mano de una mujer coyote, así como la vergüenza en la mirada de los menores deportados cuando regresan al país después de todo lo ya sufrido.
Como nación, somos nosotros los que deberíamos sentir vergüenza por expulsar a tantas personas y niños de sus hogares. Si no se toma acción, los alcances de este abandono auguran un futuro sombrío para el país, expresado muy bien por el psiquiatra Karl A. Menninger, quien dijo “Lo que se les dé a los niños, los niños lo darán a la sociedad”.