Juan José Narciso Chúa

En el transcurso de la vida uno va construyendo amistades, va conociendo personas, va estableciendo nexos afectivos, va generando lazos imperdibles de una relación que perdura en el tiempo. Las etapas son distintas, los momentos son diferentes, pues la misma edad procesa acercamientos con determinadas personas que en el trayecto de la existencia se van haciendo afines por compartir determinadas características comunes, aficiones compartidas, deportes preferidos, cuestiones circunstanciales o bien gustos por determinadas expresiones del arte.

En este caminar por la vida, he tenido la oportunidad de recrear amistades tan grandes que se han soldado en un crisol que encierra múltiples momentos o condiciones. Así guardo gratos recuerdos de compañeros de aula, o de amigos de barrio, así como de compañeros de equipos, de rivales, que se quedaron en la memoria y que cuando los reencuentra uno, vuelve ese gusto por recordarlos como en aquellos años.

Muchas de estas personas se quedan con nosotros para siempre y constituyen aquellos amigos que en momentos se convierten en nuestros auténticos Sanchos o bien en nuestros Quijotes y los roles se invierten sin importar cuál papel juega uno, pues lo que persiste es ese aprecio legítimo, esa amistad entrañable que en la mayoría de las veces nace sin ningún interés de por medio.

En el marco de esa amistad tan limpia, he recibido el apoyo franco de muchos amigos que me han ayudado con trabajo, con espacios, con grupos de amigos; igual están aquellos que nacieron en los años mozos, también los otros que se forjaron en un aula, aquellos con quienes compartí mi pasión por el basquetbol, el volibol, así como con quienes disfrutamos el gusto por correr. Pero el motivo de mi nota el día de hoy es destacar aquellos amigos que me despertaron admiración por su brillantez cuando éramos todavía muy jóvenes. Uno de ellos, Fredy Peláez, fue mi compañero de aula en el glorioso Instituto Nacional Central para Varones, de quien no puedo olvidar cuando en la clase de Física Fundamental, impartida por el inolvidable “Pichón”, en apenas tercer año básico, el profesor explicaba el movimiento rectilíneo uniforme y Fredy le solicita si él puede explicarlo de otra manera, ante lo cual “Pichón”, admirado, le responde por favor. Fredy se paró, con apenas nuestros 15 años haciendo un planteamiento alternativo al del profesor, quien al final le dice a Fredy: admirable.

Estudiando en la Universidad de San Carlos de Guatemala, en la Facultad de Ciencias Económicas, conocí en el primer año a un estudiante quien como yo venía de un barrio marginal, pero desde que empezamos la U se destacó por su enorme habilidad y conocimiento en las matemáticas, la estadística, los métodos cuantitativos en general. En el primer año, la profesora de matemáticas otorgó un premio al mejor estudiante y Mamerto Reyes Hernández, lo obtuvo con honores, pues su resultado fue de 100 puntos. Posteriormente fue galardonado en Chapingo, México.

Una situación similar la viví en la University of New Mexico, cuando estudiaba mi maestría y conocí a una “chinita”, a quien le decíamos “Cai”, quien para aquellos años tenía apenas 22 años. No se me olvidaba que no escribía nada en la clase de Econometría y el profesor Bohara terminó de resolver una ecuación y su resultado fue 2. Cai únicamente observaba y pidió la palabra y le dijo al profesor con mucho respeto, “creo que debe ser -2” y el profesor Bohara le pidió que lo comprobara y Cai se lució y ese era efectivamente el resultado.

A Cai no la volví a ver. Pero a Fredy y a Mamerto sí los he podido ver. Los tres realmente genios admirables y queridos amigos. Sin embargo, a veces la vida es ingrata y resulta incomprensible ante la enorme valía de estos amigos fuera de serie. Hoy Fredy pasa por un difícil momento de salud, mis mejores deseos para su total recuperación. Un abrazo Fredy. Mi amigo Mamerto, me ha pedido comentarios a una investigación que recién terminó y lo haré en entregas parciales de acá en adelante. ¡No se me ha olvidado Mamerto! Un abrazo. Con este pequeño esbozo de su admirable genialidad quiero hacer un pequeño homenaje a estos amigos fuera de serie, con quienes tuve la oportunidad de compartir y de recrear una fraternidad sincera.

*Por cuestiones de movilidad y trabajo me ha tocado vivir directamente el abuso en precio que ocurre en determinados parqueos, es increíble, pues en algunos de ellos el cobro es un “auténtico asalto”, sin pistola y sin amenazas, pero lo dejan boquiabierto del pago y enfadado del abuso. Es conveniente establecer controles y regulaciones para evitar que la criminalidad se extienda en estos lugares, pero de una forma legal. Que bárbaros.

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