Francisco Cáceres Barrios
fracaceres@lahora.com.gt

Lo de seguir dándole declaraciones a la prensa en el afán de querer seguir manipulando el criterio popular está bien que lo haya hecho cuando era el gobernante, porque la manipulación la empleaba para mantenerse en el poder ¿pero ahora a quién podrá convencer de que es inocente de las acusaciones de corrupción y defraudación al erario público, como que estar hoy en la cárcel se lo debe a una estratagema de la embajada gringa, unida a la CICIG y la Fiscalía General? Ahora más que nunca estoy convencido que el General no tiene quién le escriba, mucho menos quién lo defienda y de seguir con igual estrategia que empleó en su última aparición en los medios de comunicación, solo servirá para seguir hundiéndose en el fangoso pantano que construyó a lo largo de los tres años y meses en que jamás gobernó atinadamente y en cambio sí predominó su falsedad y mentira.

Aunque parezca un contrasentido, al escuchar las últimas declaraciones de Pérez Molina, expuestas al final de la última audiencia del juicio que se lleva en contra de los implicados en la famosa “línea”, me hizo recordar a Fidel Castro, maestro en utilizar la mentira para ejercer la manipulación, cuando allá por los años ochenta le aseguraba una y mil veces a los periodistas extranjeros que visitaban la isla cubana que en ella no se tenían problemas de derechos humanos y adicionalmente con firmeza expresaba que no había gente desaparecida, que no habían torturados ni tampoco asesinados y pasado el tiempo, todavía se da el gusto de seguir diciendo lo mismo, porque aun hay prensa que prefiere seguir flotando a dos aguas o porque el ser obcecado lo confunden con idealismos o trasnochados criterios políticos.

Si de algo debemos alegrarnos los guatemaltecos después del movimiento social y político que se trajo al suelo el período en que Pérez Molina y la Baldetti hicieron cuanto quisieron con la confianza de la población, es que nos vino a quitar la venda de los ojos, que nos dimos cuenta que la sobada pero costosísima técnica de manipulación propagandística solo sirvió para permitir el enriquecimiento de unos pocos en detrimento del bienestar del resto de la población. Ahora bien, hay que tener bien claro que eso no significa que la población con dos dedos de frente no se haya percatado de las veladas intervenciones hasta en las más elevadas cortes o en determinadas embajadas, cuando perdiendo la prudencia y hasta la vergüenza, han querido inmiscuirse en asuntos que ni les va ni les viene incluso, olvidándose de las más elementales buenas prácticas para la mejor convivencia internacional.

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